El mundo de Trump
Europa no entiende por qué el discurso binario de Trump cala en EEUU. Nos escandalizan las enajenaciones ajenas pero contemporizamos con las propias
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Para la biempensante mentalidad europea es ardua tarea discernir las razones por las que un votante estadounidense deposita su confianza en Donald Trump. Cierto, EEUU presenta especificidades históricas y sociológicas que explican esa pulsión aislacionista y antiestatista. Lo que no se entiende en el Viejo Continente es que una sociedad tan desigual como muchas otras, pero con niveles de vida envidiables, pueda dar rienda suelta a la rabia y la frustración --justificadas o no-- hasta el punto de flirtear con la idea de regalar a un candidato desbocado las riendas de la primera potencia planetaria. Y, por tanto, del planeta entero.
Antes de que se inicie siquiera el recuento de las presidenciales norteamericanas, en Europa nos dejamos apresar por el fatalismo, alimentado por los referéndums del 'Brexit' y del acuerdo de paz en Colombia, para adentrarnos imaginariamente en el mundo que Trump nos dejará... o en el que nos hubiera dejado.
Mucho daño ha hecho el maldito 'sueño americano', esa almibarada dosis de autoestima que Hollywood inyectó en las mentes flácidas de los cinco continentes, hoy restos del naufragio de los que aún se nutre la 'pseudoliteratura' de autoayuda. Como el fabricante cautivado por la propaganda del producto que él mismo financia, el hombre blanco americano se creyó protagonista de su propia ensoñación, para amanecer al fin menos rico y guapo de lo soñado. Ese despertar abrupto, malhumorado, pedía a gritos un culpable; lo llamaremos 'globalización', más que nada porque suena mejor que decir 'todo el mundo salvo EEUU'.
EL LENGUAJE BINARIO
Al hombre blanco americano no le preocupa lo que acontezca más allá de sus fronteras, tracen estas la linde de su condominio o las del país entero. Sin estudiar mapa alguno, se alistó a las guerras mundiales para defender a su familia y a su patria. Y hoy, por fin, un candidato le habla en el lenguaje binario que mejor entiende: buenos y malos, aquí y allí, nosotros y ellos/as...
Machismo, aislacionalismo, nacionalismo, supremacismo, racismo... Demasiados 'ismos' para escandalizarnos ante las enajenaciones lejanas mientras contemporizamos con las propias.
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