La clave
Espinar, Cebrián y Yoko Ono
La reacción 'guerrista' de la cúpula de Podemos ante el caso de su dirigente madrileño ha dejado mucho que desear
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
C uenta la leyenda que tras el triunfo socialista en las elecciones de 1982, la primera mayoría absoluta de Felipe González, el entonces plenipotenciario vicepresidente Alfonso Guerra aconsejó a los ministros no leer el diario El País antes de comer. Así se aseguraba de que tomaran alguna decisión por cuenta propia. El chascarrillo da idea de la enorme influencia del periódico madrileño en aquel tiempo, un prestigio merecido por su trayectoria en los años de la Transición.
Casi 25 años después nos encontramos con que la primera línea de defensa del nuevo partido de la izquierda, Podemos, ante un escándalo de corrupción sea precisamente que el asunto ha sido hecho público por el grupo de comunicación del diario El País, convertido así en el principal adversario de Pablo Iglesias.
Vista, además, la diatriba de hace una semana del exsecretario general del PSOE, Pedro Sánchez, lo sorprendente no es que Juan Luis Cebrián, el máximo responsable de Prisa, reciba hoy el mismo tratamiento que la viuda de John Lennon -«la culpa de todo la tiene Yoko Ono»- sino que el partido que ha venido a regenerar/refundar el «régimen del 78» recurra a poner el foco en el medio que ha publicado la noticia para justificar la chapuza cometida por Ramón Espinar, aspirante a ocupar la secretaría general de Podemos en Madrid.
Reacción 'guerrista'
La respuesta es, en su simplicidad, la misma que la de Guerra cuando achacó a la prensa de derechas la escandalera por las noticias sobre el despacho oficial que ocupaba su hermano Juan. Eso ocurrió en 1989, cuando Espinar tenía 3 años.
Es muy probable que el tratamiento de la prensa del desliz de «un chaval de 21 años» para revender una vivienda protegida haya sido excesivo. Pero la reacción guerrista de la cúpula de Podemos ha dejado mucho que desear. Y en el fondo refleja la misma veneración -esta vez por pasiva- por el poderío de la prensa tradicional que sentían los socialistas de los años 80. Mejor sería que Espinar y Podemos entendieran que es difícil de perdonar un patinazo de quien da cada día lecciones de moral pública.
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