La tortilla del independentismo

La CUP, a diferencia de Junts pel Sí, avisó de que desobedecer no es sonreír

Los Mossos custodian la entrada de los juzgados de Berga, mientras decenas de personas protestan por la detención de la alcaldesa, Montserrat Venturós.

Los Mossos custodian la entrada de los juzgados de Berga, mientras decenas de personas protestan por la detención de la alcaldesa, Montserrat Venturós. / periodico

NEUS TOMÀS / BARCELONA

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La diferencia entre la CUP y el resto de fuerzas independentistas es que los ‘cupaires’ siempre han dicho que la ‘revolta dels somriures’ no era tal y que llegaría un momento en que la desobediencia no sería para reírse. El pronóstico se ha demostrado cierto la madrugada de este viernes, cuando los Mossos han detenido a la alcaldesa de Bergaalcaldesa de Berga. Su delito es haberse negado a declarar hasta en dos ocasiones ante el juez por no haber descolgado la ‘estelada’ del ayuntamiento durante las dos últimas elecciones generales. 

Montserrat Venturós ha desacatado, conscientemente, una ley, la española, que no reconoce. La norma está para cambiarla, a no ser que seas una fuerza antisistema que intenta combinar el orden de las instituciones con la insurgencia en la calle. Es el encaje que busca la CUP, un equilibrio nada fácil, como se ha demostrado ya en más de una ocasión en la sucesivas negociaciones con Junts pel Sí. Con sus contradicciones, que no son pocas, los ‘cupaires’ llevan en el ADN la rebeldía.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

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Pero la CUP no están sola en este viaje, sea a Ítaca, al limbo o a ninguna parte. Ellos actúan en base a su coherencia. Pero, ¿el resto qué harán? Empezando por Junts pel Sí y acabando por el 'colauismo' deberían responder hasta qué punto están dipuestos a desobedecer, más allá de las expresiones de apoyo a la alcaldesa de Berga. Porque hasta hoy la tortilla independentista se ha hecho sin romper huevos.

En este episodio hay un punto clave que marca la diferencia respecto a las declaraciones políticas, vía entrevistas, a través Twitter o revestidas de la solemnidad del Parlament. Cuando la CUP exige a los Mossos que no actúe como policía judicial abre una peligrosa discrecionalidad que no es asumible en un Estado de derecho. ¿Si por una cuestión patriótica, la Policía, la que sea, incumple la ley, puede hacerlo también por una cuestión de conciencia, por citar un ejemplo? ¿Cuál es el baremo para que los Mossos actúen como tal o deje de hacerlo? 

Que la solución al conflicto abierto con Catalunya no se solucionará en los juzgados es evidente. Pero que si la desobediencia va en serio acabará en manos de la justicia, también.