Insensata polémica por las pinturas de Sijena

Una negociación global entre todas las partes debería arrojar un acuerdo que conciliara adecuadamente propiedad y conservación del patrimonio

La sala del MNAC donde se exponen las pinturas murales de Sijena.

La sala del MNAC donde se exponen las pinturas murales de Sijena. / periodico

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Los litigios entre Aragón y Catalunya por obras de arte religioso que, originarias de la primera comunidad, hoy están en la segunda hace tiempo que entraron en una espiral en la que por ambas partes abundan las pasiones y escasea la sensatez. El último capítulo lo ha escrito una jueza de Huesca que ha instado de forma perentoria al Museu Nacional d'Art de Catalunya a devolver al monasterio de Sijena las pinturas murales del siglo XIV que en 1936, iniciada la guerra civil, el historiador del arte y arquitecto Josep Gudiol rescató y trasladó a Barcelona para evitar que fueran destruidas. No fue un expolio, ni mucho menos una operación de enriquecimiento, sino una salvaguarda. Ochenta años y una completa restauración después, la extrema fragilidad de los frescos debería convertir su preservación en el objetivo principal, y descartarse así un traslado que, según los expertos, implicaría un enorme riesgo de altísimo e irreversible deterioro. Pero en Aragón algunos parecen preferir a toda costa esa posibilidad a que las pinturas sigan en el MNAC, a escasa hora y media de Sijena. Una actitud sin justificación, que poco tiene que ver con la razonada reclamación de que vuelvan a Huesca el centenar de obras de arte religioso de parroquias aragonesas hoy en el Museu Diocesà de Lleida. Tarde o temprano, una negociación global entre todas las partes implicadas debería fructificar en un acuerdo que conciliara adecuadamente propiedad y conservación de todo ese patrimonio. Por el bien del arte y del sentido común.