Una lacra social

Abusos a mujeres públicos y visibles en las redes

El exhibicionismo de la violencia, frecuente en la de tipo sexual, debería ser un agravante de cualquier delito

LOURDES MUÑOZ

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El caso de la violación en grupo y difusión en redes de Steubenville (Ohio, Estados Unidos) fue paradigmático por ser el primero con alcance internacional y porque el uso de las redes sirvió para denunciar y desenmascarar a los culpables. En agosto del 2012, varios jugadores del equipo de fútbol del instituto de la población difundieron en redes las agresiones sexuales a una chica. Posteriormente, una bloguera realizó una denuncia a través de su blog con imágenes recopiladas antes de que los participantes en las agresones las borraran. Esta acción en la red sirvió para dar visibilidad al caso. Posteriormente intervino Anonymous publicando imágenes de los agresores tras dar un plazo para que confesasen. Fue la primera vez que Anonymous se implicó en un caso de violencia contra las mujeres.

En estas situaciones, los agresores se sienten legitimados, y las mujeres, cuestionadas. Durante 48 horas, los participantes en la agresión consideraban que su actitud era aceptable, y solo eliminaron las grabaciones de sus móviles y sus redes cuando sintieron que las imágenes podrían perjudicarles ante la justicia. Se produjo una doble victimización de la chica agredida, acusada por una parte de la sociedad de perjudicar la imagen de la escuela y del pueblo.

UNA TRIPLE VICTIMIZACIÓN 

Las imágenes dejaron al descubierto cómo este tipo de violadores, además de abusar de las mujeres, mantienen una actitud jocosa y, bajo la protección del grupo, se jactan de sus abusos. El caso de Steubenville sacudió a la sociedad estadounidense y mostró en crudas y explícitas imágenes lo que sucedía en sus calles, justo cuando se hablaba mucho de las violaciones de las mujeres en la India pero apenas se atendían las agresiones sexuales del propio país. En todas las sociedades existe una cierta tolerancia a la violencia contra las mujeres.

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No podemos olvidar la doble victimización que sufren las mujeres que han sido objeto de abusos, pues vuelven a ser violentadas cuando una parte de la sociedad pone en duda su versión o su legitimidad para denunciar. En el caso de violaciones grupales difundidas en redes, podríamos hablar de una triple victimización, al añadirse el acceso de cualquier persona --especialmente del propio entorno social o familiar-- a dichas imágenes.

Social y judicialmente, estos violadores deberían recibir una condena mayor. El exhibicionismo de la violencia debería ser un agravante de cualquier delito. Pues aunque se tratara de una relación sexual consentida, compartir en redes imágenes íntimas sin consentimiento es también delito, como ha sucedido en el caso de los futbolistas del Eibar.

EL PAPEL DE LA TECNOLOGÍA

¿Qué papel juegan las tecnologías en el origen de esta situación? ¿Son las tecnologías la causa de este tipo de acciones? ¿Se trata de un fenómeno tecnológico? Ahora, como hace 20 años, el origen del abuso de las mujeres es la discriminación social que sufren, que considera que sus cuerpos pueden ser usados al antojo de los hombres, que considera a las mujeres ciudadanas de segunda al servicio de los hombres. El origen es el machismo que persiste en nuestra sociedad, aunque las formas de ejercer el control sobre las mujeres se hayan adaptado a los tiempos y se utilicen las tecnologías para ello.

Las tecnologías pueden considerarse neutrales respecto de estos fenómenos. Son negativas desde el momento en que facilitan la publicidad a los violadores, quienes de esta forma humillan todavía más a las víctimas. Pero las tecnologías aportan también aspectos positivos, pues acceder a un vídeo de estas características nos muestra con claridad la dureza y la humillación implícitas en una violación, y no deja muchos espacios para relativizar el sufrimiento de una mujer en una situación así o la culpabilidad de unos agresores que no solo abusan sino que se jactan de ello.

LA CLAVE ES LA TOLERANCIA SOCIAL

Este fenómeno mezcla las concepciones más retrógradas de nuestra sociedad respecto a las mujeres con las más avanzadas relacionadas con la inmediatez en que vivimos. Y también se sitúa en esta nueva concepción vital en la que parece que todo se puede consumir y sin mucho esfuerzo, en la que decidimos mostrar lo que sucede en nuestra vida cotidiana por encima de la privacidad.

La clave de estos fenómenos de abuso de las mujeres y su difusión en redes es, sin duda, la tolerancia social. Tanto en casos más cercanos como en el de Steubenville, los vídeos nos hacen evidente la crueldad y la vejación que supone una violación y provocan que la sociedad no pueda mirar hacia otro lado. ¿O sí? ¿La sociedad (o parte de ella) puede obviar esta situación?