Sin tiempo y sin puentes

El PSOE ha volado los puentes hasta tomar una decisión para la que al PP le ha bastado con esperar

El presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, en la rueda de prensa tras el comité federal del pasado sábado.

El presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, en la rueda de prensa tras el comité federal del pasado sábado. / periodico

JOSÉ LUIS SASTRE

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Entre los rasgos que distinguen al PSOE está su incapacidad para salir unido de algunas de sus citas más trascendentes. Incluso cuando se vota. Rubalcaba le ganó el liderazgo a Chacón aunque la fractura se prolongó tras el congreso. Sánchez se impuso a Madina y meses después la organización andaba ya partida "en bandos", como acabó por decir el secretario general depuesto.

De este comité federal sale un mandato para la abstención y varios llamamientos a la unidad que, sin embargo, no acallarán el triple debate que condicionará el futuro del partido: interno, entre el PSOE y el PSC –al que muchos le tenían ganas– y entre los dirigentes socialistas y la militancia. Fue un comité menos traumático que la última vez, sin biombos ni bochornos, pero resultó también dramático. "Un desgarro", según definieron algunos.

Hace días, un diputado se lamentaba de los tuits que le recordaban lo convencido que estuvo del 'no' antes de que se pusiera a predicar la abstención. "No soy ningún vendido ni un chisgarabís, pero hay que adaptarse a las circunstancias", decía. "No soy un hereje", se oyó luego en el comité de este domingo en el que algunos justificaron por qué defienden ahora lo que antes callaron: "Si no hablamos entonces fue para no perjudicar a la dirección de Pedro Sánchez, enrocada en el no es no". Al cabo, la fractura que ha estallado en el último momento es la que el partido no quiso afrontar a tiempo y a la cara. Aún hay quien parezca preferirlo así y callan, como los presidentes de Castilla-La Mancha, Aragón y la Comunitat Valenciana

Es falso que en el PSOE no hubiera debate después de las elecciones. El debate estuvo siempre, pero en otros foros. Se alimentó en las conversaciones privadas, en las camarillas y los grupos de WhatsApp, en las operaciones para atacar a los líderes territoriales o de estos para tumbar al secretario general. Sánchez y sus dirigentes críticos pasaron los meses sin hablarse y trataron aquello con la mayor normalidad. Total, resultaba lo más natural que conspiraran unos contra otros.

Entregados a la destrucción del enemigo, nadie se entretuvo con el principal adversario, en teoría el PP. Así es como los corresponsales extranjeros, cuando se ponen a hablar de España, explican sorprendidos que la formación del Gobierno no la ha retrasado la discusión por tal o cuál política o la asunción de un programa conservador o progresista. Nada de eso marcó el debate como si España no precisara de reformas urgentes. El debate fue a parar a la situación del PSOE, habilidoso a su pesar en convertir un problema general en un problema propio. 

Dijo el presidente de la gestora que su voto en la investidura no sería ideológico. Para no serlo, la decisión deja a los socialistas en pleno debate ético y rondando el cisma. Javier Fernández anuncia que intentará persuadir a los nuevos críticos, pero quizá sea tarde en un partido que ha volado los puentes hasta tomar una decisión para la que al PP le ha bastado con esperar.