Editorial

La 'performance' de Franco decapitado

La fugaz presencia de la estatua del dictador en el Born demuestra el exceso de simbolismo en la vida política

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El final de la historia de la estatua decapitada de Francisco Franco en el Born ha estado a la altura del carácter simbólico que justificaba su misma presencia allí: el camión que recoge residuos urbanos de gran tamaño la recogió del suelo y la retiró. En apenas cuatro días ha sido destruida y derribada, cuando la intención del gobierno municipal era que se mantuviera en el Born hasta pasadas las fiestas navideñas.

La exposición Franco, Victòria, República. Impunitat i espai urbà pretende reflexionar sobre la impunidad de las dictaduras y sobre la conducta de nuestra democracia en la gestión del pasado franquista, pero a causa de la estatua ha acabado convirtiéndose en un pulso político entre dos grupos -los comunes y los independentistas- por el espacio urbano del Born y, de forma general, por un espacio ideológico por el que ambos pugnan. Gerardo Pisarello decía ayer que lo sucedido con la estatua prueba que las heridas del franquismo aún están abiertas. En parte es así, cómo no va a serlo en un país en el que la memoria histórica es una vergonzosa asignatura pendiente, pero el pulso por el control del Born y de un espacio ideológico determinado que simboliza esa estatua de Franco destruida y derrocada no habla solo de heridas de hace 40 años, sino del momento político actual, que, entre otros males, adolece de un grave exceso de simbolismo.

Sufre este exceso de simbolismo en muchas ocasiones el Ayuntamiento de Barcelona, que la única autocrítica que se permite en este asunto de la estatua es una mala política de comunicación (que ha existido). No asume que no previera que hubiera actos de vandalismo y ahora trata de redirigirlos -se incorporarán las imágenes de los destrozos en la exposición- como si todo formara parte de una performance premeditada. Padecen de simbolismo los independentistas, que se apropian del Born como su patrimonio exclusivo y equiparan toda crítica con el franquismo que bajo ningún concepto esta exposición glorificaba. Y padecen de amnesia los grupos políticos (PP y C's) que en nombre de una idea superada e injusta de la convivencia insisten en negar la necesidad de afrontar la realidad del franquismo 40 años después de la muerte del dictador. En apenas cuatro días, y en plena calle, esto es lo que ha simbolizado esta peculiar performance de Franco decapitado.