ANÁLISIS

Madrastra buena, mala madre

La nueva maternidad acarrea una serie de responsabilidades que nuestras abuelas no vivieron

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icoy35730249 malas madres160930194911 / JOSÉ LUIS ROCA

JENN DÍAZ

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Una madrastra, según su definición, es la madre que trata mal a sus hijos. También es la esposa del padre. Ya se ve, en sus dos acepciones, qué carga lleva la palabra ‘madrastra’ en el ideario común. La madrastra puede ser la madre que trata mal a sus hijos, pero no es lo mismo que una mala madre. Cuando hoy en día hablamos de malas madres, no nos referimos a que trate mal a sus hijos, sino a que no renuncia a todo lo demás: éxito laboral, emancipación, autonomía, tiempo de ocio. Eso es lo que hoy, según nos dicen, es una mala madre. Si una mujer tiene hijos pero no tiene una jornada laboral reducida para recogerlos del colegio, es una mala madre. Si una mujer tiene ambiciones incompatibles con la vida familiar, es una mala madre. Si una mujer toma decisiones y sus hijos no son el eje central, es una mala madre. La nueva maternidad acarrea una serie de responsabilidades y culpabilidades que nuestras abuelas y bisabuelas no vivieron: para ellas no había elección, solo quedaba lugar para ser una madre dedicada y en constante sacrificio. Cuando las puertas de la maternidad se abrieron y dejaron pasar a los padres, creímos en la igualdad: pero no solo no es del todo cierta, sino que ahora, además, hay que abarcarlo todo. 

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En cambio, las madrastras tienen el camino más llano: no importa cómo sean, la segunda acepción del diccionario y la opinión más generalizada las convertirá en malas madrastras. A diferencia de las malas madres, las madrastras malas sí son las que tratan mal a los hijos de su pareja. Si una madrastra tiene éxito laboral, horarios incompatibles con la vida familiar o autonomía, no tiene un nombre específico. Pero si trata mal a los hijos de otra mujer, sí es una mala madrastra. Si les trata bien, es una excepción y una sorpresa. Del mismo modo que lo más habitual es que una madre sea buena, es decir, sacrificada; lo es que una madrastra sea egoísta, es decir, mala. Cuando nos salimos de esas dos definiciones, los matices nos devoran, y la masa uniforme que es la sociedad se despista.

PADRES Y PADRASTROS

Si nos salimos de los moldes madre-buena y madrastra-mala, todo se complica. Porque la mala madre no es la que trata mal a sus hijos, sino la que se tiene en cuenta; y la madrastra buena es lo que podríamos entender por madre buena, es decir una mujer dedicada a la familia. ¿No hay, en medio, tonalidades más adecuadas para ellas? ¿Por qué la madre debe cargar con ciertas culpas? ¿Por qué la madrastra debe comportarse como una madre para ser considerada buena? A un lado de este universo, el de los padres y los padrastros: sin connotaciones. El buen padre es un padre limitado, el mal padre no es el que tiene horarios incompatibles con la vida familiar. El buen padrastro es aquel que no niega a los hijos de su pareja, el mal padrastro... apenas sabemos nada de él, salvo que se mantiene ausente de la vida familiar. En temas tan complejos como este, los grises son necesarios y los casos excepcionales lo son cada vez menos, aunque están silenciados. Lo que preocupa no es qué ocurre en cada casa, sino qué se espera en la sociedad que ocurra en cada casa.