IDEAS

Más allá de Bob Dylan

Bob Dylan.

Bob Dylan. / periodico

JORDI PUNTÍ

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Hoy quería seguir hablando del Nobel para Bob Dylan. Quería comentar con qué fiebre la comunidad literaria se ha puesto a debatir si es pertinente o no que un letrista de primer orden, autor de himnos generacionales y grandes canciones, se lleve también el premio más importante de literatura. Hacía años que la decisión de la academia sueca no levantaba tanta polvareda, y en parte ocurre porque gente que quizá no lea mucho pero escucha música por fin puede compartir la alegría del Nobel.

Me hubiera gustado hablar de literatura. Discutir si es injusto que gane Bob Dylan y no Philip Roth, o Alan Bennett, o Janet Malcolm (y cito solo a autores anglosajones). Pero entonces esto nos llevaría a hablar de la naturaleza del premio, tan exclusivo y con tanta proyección mediática que siempre, siempre, será injusto, y después citaríamos algunos autores que no lo ganaron y se lo merecían, de Rodoreda a Bernhard, de Auden a Borges. Lo que nos situaría en el centro de la cuestión: ¿quiénes son esos señores de Estocolmo que dan el premio? ¿Lo leen todo? Se sabe, por ejemplo, que cada año eligen cinco finalistas, y que para merecer el premio debes haberlo sido al menos dos veces...

En este punto, sin embargo, me doy cuenta de que el conflicto será siempre inherente al premio. Darle vueltas es perder espacio para hablar de literatura y quizá más vale ahorrar tinta para dedicarla a las lecturas recientes. Pienso en 'Solos en Londres', de Sam Selvon (Automática editorial), un autor de Trinidad y Tobago que en 1956 describió en esa excelente novela el choque social y cultural de los caribeños que emigraban a Londres para trabajar. Él no ganó el Nobel, pero seguramente fue un eslabón para que años después lo recibiera otro narrador caribeño, V. S. Naipaul. O como 'Metáfora y memoria' (Mardulce), el libro de ensayos de Cynthia Ozick, provocativos y deslumbrantes, y que demuestran que además de ser una novelista extraordinaria, candidata por derecho al Nobel, Ozick tiene una mirada única sobre su arte. Un buen ejemplo es el ensayo 'Blues de la alta cultura', donde escribe: "Los lectores no son lo mismo que los espectadores".