El control de las emisiones

Las chimeneas invisibles

El proyecto de ley del cambio climático del Parlament pasa de puntillas por el sector agroalimentario

Una granja de vacas en Vallfogona de Balaguer.

Una granja de vacas en Vallfogona de Balaguer. / RAMON GABRIEL

GUSTAVO DUCH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Después de repasar las 44 páginas del proyecto de ley del cambio climático que se está tramitando en el Parlament, no pude más que preguntarme: ¿Cómo es que las humeantes chimeneas del sistema agroalimentario pasan casi desapercibidas? ¿Acaso son invisibles? Les daré una excusa, la ley trabaja con los datos del inventario de emisiones de catalunya, donde los cálculos de la responsabilidad de la agricultura catalana en el total de las emisiones representan un escaso 10% cuando a partir de otros estudios podemos afirmar que fácilmente alcanzan hasta un 50%.

Tan gran diferencia reside en el zoom de quien hace esta foto. En el primer caso se reduce a contabilizar las emisiones que se dan dentro de las fronteras. En el segundo, el sector se analiza en su globalidad, como le corresponde a un fenómeno planetario que nada sabe de geografía. No disponemos de los datos desde esta perspectiva para Catalunya pero los podemos extrapolar con las cifras mundiales que obtuvo la organización Grain (premio Nobel alternativo de Ecología) a partir de agrupar todas las emisiones relacionadas con el sistema agroalimentario.

UNA LEY MIOPE

En este caso hay que añadir un 5% más del total de emisiones por todo el petróleo que se quema para traer del extranjero los alimentos que llegan a nuestras mesas; sumar entre un 10 y un 14% más que provienen de la necesidad de envasado y refrigeración que este sistema alimentario globalizado exige; añadir el 3% que provoca la putrefacción de esas cantidades de comida que se desperdicia; y, fundamental para el funcionamiento de las industria alimentaria de Catalunya, sumar también las emisiones provocadas por la deforestación en países del sur que se requiere para los monocultivos de soja, básicos para la elaboración de los piensos de engorde de la ganadería industrial, y de palma africana para el aceite vegetal que está presente en muchos alimentos procesados. Un expolio de tierras que representará entre un 15-18% de emisiones.

Es en este sentido que la ley es miope y las pocas medidas que presenta no afectan al corazón del problema. Es correcto intentar gestionar mejor los purines pero se debería de hablar de una reconversión de las megagranjas intensivas a pequeñas ganaderías en sistemas ecológicos ligados a la capacidad real de alimentarlos. Es interesante, como también dice la ley, «la promoción de los productos agroganaderos de proximidad» pero no es solo publicidad lo que se necesita, se deberían plantear políticas a favor de doblar o triplicar la cifra de solo un 1,5% de personas activas en el sector agrario.

¿Y por qué no se abordan las muchas medidas que en este sector podrían mitigar el cambio climático y más si es competencia de la Generalitat? Pues porque hablamos del segundo sector económico que más aporta al PIB catalán y no hay administración que le tosa. Engordaremos cerdos hasta que el dogma de someter la vida a los intereses de la economía nos cocine a todos.