La clave

Vuelve el blues

El género sigue siendo el manto protector de mucha música del siglo XXI

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JUANCHO DUMALL

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Desde que el pasado jueves se hizo público que <strong>los Rolling Stones publicarán en diciembre un nuevo disco</strong> de estudio basado en versiones de viejos blues, muchos son los que se han preguntado hasta cuándo tendrán carrete estos muchachos septuagenarios para seguir entrando en los estudios de grabación. Algunos señalan si tiene sentido a estas alturas del partido que la banda británica se dedique a actualizar canciones olvidadas. Y los más se muestran escépticos con lo que Jagger y Richards puedan aportar hoy al género musical que les dio vida hace 54 años. Pero los chicos de la banda de rock más grande del mundo nos recuerdan ahora que sin el blues ellos no serían lo que son.

En definitiva, y digámoslo pronto, los Stones siguen siendo cuestionados por viejos. Algo que vio venir el mismísimo Mick Jagger cuando, todavía en posesión del tesoro de la juventud, afirmó que no se veía haciendo esa música ¡a los 40 años! Afirmación que, por cierto, da origen a un memorable golpe de montaje en un documental de <b>Martin Scorsese</b>.

Nadie se ha preguntado, sin embargo, por la longevidad del blues, un género que ha cumplido largamente los cien años y sigue impregnando todos los palos de la baraja de la música popular, desde el rock and roll hasta el hip hop. El blues -de Chicago, de Texas, del Delta, qué más da- sigue siendo el manto protector de mucha música compuesta en el siglo XXI. Sus ritmos lo impregnan todo, su melancolía cautiva a las generaciones actuales y su mensaje de fuertes raíces raciales adquiere un nuevo sentido en las sociedades modernas, donde los negros tienen infinitamente más posibilidades que los blancos de ser tiroteados por la policía, donde cientos de miles de africanos mueren en el Mediterráneo sin llegar siquiera a los campos de algodón.

Guitarra y armómica

El blues, el género de la canción del desarraigo, en el que se dicen las grandes verdades al ritmo de guitarra y armónica, el de los grandes himnos contra la desigualdad y la miseria, el del compás repetitivo, sigue vivo porque nuestras cabezas lo reclaman para que nos acompañe en los momentos duros. Y los viejos Rolling Stones lo saben.