Elecciones en Galicia y Euskadi

Todo fluye... o no

En el fondo, todo continúa estancado. Solo una implosión interna socialista puede evitar hoy unas terceras elecciones

ANTÓN LOSADA

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Mariano Rajoy y Pedro Sánchez llevan enrolados estos embarazosos nueve meses en un extenuante juego de desgaste. Para anotarse esta ronda el presidente en funciones necesitaba una victoria atronadora en Galicia y un resultado en Euskadi que le diera algo para negociar con el PNV, mientras que el líder socialista requería lograr el gobierno gallego, o al menos evitar el 'sorpasso', y mantenerse en Ajuria Enea como el socio de referencia de Iñigo Urkullu.

Eliminados en junio Albert Rivera y Pablo Iglesias de cualquier posibilidad de disputarles el liderazgo en la derecha y en la izquierda, ahora se trataba de dirimir quién se había desgastado más con su estrategia. Sánchez buscaba ratificar su "no es no" con una recuperación electoral y Rajoy sumar otra victoria a su neofeudal reclamación del derecho a ser presidente.

Los dos pueden decir que el otro ha perdido pero ninguno puede declararse ganador. Lo cierto es que nadie ha obtenido lo que quería. La absoluta en Galicia, con 'sorpassiño' pero sin derrumbe socialista, y la inercia que empuja al PNV a pactar con el PSOE dejan las cosas como estaban. Parece que todo fluye en la superficie pero en el fondo todo continúa estancado. Solo una implosión interna socialista puede evitar hoy unas terceras elecciones.

TERCERA MAYORÍA ABSOLUTA

La noche electoral gallega deja un resultado excepcional. Un líder y un partido reforzados tras dos mandatos de austeridad y recortes frente a una oposición desmembrada. Alberto Núñez Feijóo ha recolectado su tercera mayoría absoluta y se coloca a sí mismo en la 'pole position' de la sucesión marianista. Un lugar tan destacado como incómodo. En la sucesión de Rajoy lo difícil no es llegar, lo que hasta ahora parece casi imposible es mantenerse.

Los socialistas pagan caros dos errores de libro. El primero consiste en haber optado por un cabeza de cartel plano y aburrido, Fernández Leiceaga, un burócrata de la política que encarna todo cuanto no debe parecer jamás un candidato. El segundo fue haber provocado con tan pésima apuesta una guerra interna absurda e incomprensible durante los meses previos. Existe una regla no escrita de la política que jamás debería obviarse: no se entrega el gobierno a quien no sabe gobernar su casa.

UNA MAREA LENTA

En Marea ha pagado por todo lo contrario. Su problema no ha residido tanto en una mala elección como en el lío provocado por la demora en la decisión. Meses de espera e inacción hasta que Xosé Manuel Beiras dio el paso atrás y dejó el camino libre no se arreglan con un par de semanas de campaña de un candidato, el juez Luis Villares, tan novedoso como desconocido. Los de Beiras empezaron la legislatura anterior con nueve diputados y acabaron con seis. Ya se cruzan apuestas para ver con cuántos termina la recién iniciada y a quién fulminará con sus temibles rayos el leonado líder en su esperada reaparición.

Los nacionalistas del BNG vuelven a ser víctimas del mismo error que lleva rebajando sus resultados desde hace una década: creer que solo necesitan el cambio cosmético de buscar una candidata, Ana Pontón, joven y capaz de protagonizar una campaña moderna y animosa, cuando lo que realmente reclama el electorado es sacar el polvo y airear un discurso político y un modelo organizativo que solo evoca fantasmas del pasado.