Más que unas primarias

JOSÉ A. SOROLLA

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Al final serán unas primarias de fútbol siete. Llegó a haber hasta 13 precandidatos a las primarias de la derecha y el centro en Francia, lo que llevó a los socialistas a ironizar que aquello no era una primaria, sino un equipo de fútbol. Pero finalmente las candidaturas válidas son siete porque las condiciones eran exigentes: había que conseguir avales de 250 cargos públicos --incluidos 20 parlamentarios— de al menos 30 departamentos y de 2.500 militantes repartidos en 15 federaciones del partido como mínimo. Aun así, el número de candidatos es elevado y en la línea de salida figuran un expresidente de la República, dos exprimeros ministros y tres exministros.

Los dos candidatos favoritos son Alain Juppé, exprimer ministro de Jacques Chirac, que ha encabezado todas las encuestas desde antes incluso de anunciar su candidatura, y Nicolas Sarkozy, que busca la revancha tras su derrota en las presidenciales del 2012 y pretende conseguir algo insólito: volver al Elíseo después de haber sido desalojado del poder y haber anunciado su retirada política. Juppé, que presenta un programa liberal y moderado dirigido a captar los votos de centro y de los decepcionados con François Hollande, sale con ventaja, pero la elección no está en absoluto decidida. Sarkozy, cuyo regreso rechaza una abrumadora mayoría de los franceses, sigue conservando, sin embargo, un gran cartel entre los militantes de Los Republicanos. Las primarias son abiertas –pueden votar los no militantes, con la única condición de adherirse a los valores de la derecha y del centro y pagar dos euros--, por lo que la clave de la elección estará en el número de simpatizantes y votantes sin partido que acudan a las urnas el 20 y el 27 de noviembre. Si solo  votan los militantes, puede ganar Sarkozy, y, si la elección es más abierta, el triunfo de Juppé parece cantado.

Autoritarismo e identidad

Frente a la moderación de JuppéSarkozy refuerza y acentúa la derechización que ya le llevó a perder las presidenciales del 2012. Persigue al votante del Frente Nacional, y de ahí su apuesta por el autoritarismo y la política identitaria. Cuestiona el derecho de suelo para ser francés, propone la retención de simples sospechosos de terrorismo y la expulsión automática de extranjeros condenados, y aboga por la suspensión temporal de la reagrupación familiar de los inmigrantes y por el restablecimiento de controles en las fronteras. Los cinco casos judiciales en que está implicado –el más inmediato, por financiación ilegal de la campaña del 2012-- pueden pasarle factura.

Estas elecciones son más que unas primarias porque quien las gane será probablemente el próximo presidente de Francia, dada la insignificancia de la izquierda y la imposibilidad de que Marine Le Pen, aunque se imponga en la primera vuelta, llegue por el momento al Elíseo.