Al contrataque
El beso
No sé si existen las tormentas perfectas, pero sé que existen los besos perfectos
Milena Busquets
Escritora
MILENA BUSQUETS
Estamos en una de las salidas del Parque de Ibirapuera de Sao Paulo esperando a un taxi.
Mi amiga, que sabe que soy una inútil para la vida práctica, intenta detener a algún coche (al parecer, los taxis en Brasil no llevan la luz encendida para señalar que están ocupados, así que en cuanto ves a uno tienes que levantar la mano e intentar escudriñar el interior para ver si está libre o no), mientras yo me entretengo mirando a la gente.
La mayoría son jóvenes, es domingo y hace mucho calor. Ellos van sin camiseta o con camiseta de tirantes, gorras, tatuajes, mochilas, patinetes, cuerpos acostumbrados al sol, morenos, sanos, flexibles e insolentes. Ellas, también jovencísimas, llevan vaqueros ajustados o pantalones cortos, deportivas y camisetas de tirantes o con los hombros o la tripa al aire, y manejan las tablas de skate y el descaro y la contundencia con tanta pericia como ellos.
El mundo como decorado
Enfrente de nosotras hay un grupo de chicas, esperando el autobús. Ríen, cantan, gritan, saltan y dan pasos de baile mientras interpelan a los chicos que pasan por su lado. No les llaman exactamente, más bien les vitorean. Ellos, claro, se muestran encantados, se pavonean, dan gritos de alegría y vociferan cosas que no entiendo mientras ellas se carcajean. Me recuerda vagamente a una escena de <i>West Side Story</i>, pero más palpitante, más cruda, más igualitaria, más sexi. Un grupo que pasa por un paso elevado sobre la carretera se detiene, les lanza besos y hace piruetas. Entonces ven a otro grupo de chicos descender por una cuesta. Uno de ellos es más alto que el resto, más corpulento, va sin camiseta y con una mochila colgada del hombro. Las chicas se ponen a gritar con entusiasmo. El chico las mira, vacila un segundo (solo un segundo), sonríe (no sé si sonríe, está demasiado lejos, pero sé que sonríe) y se dirige hacia ellas. Se acerca sorteando coches, sin darse prisa, cruza los cinco carriles de la carretera como si estuviese cruzando un prado de margaritas, a cámara lenta. Sabe que el mundo se ha detenido a su alrededor.
En ese momento se acerca el autobús de las chicas, que salen disparadas para que no se les escape. Una de ellas duda un segundo, mira al chico y le besa. Se besan. Uno de esos besos que convierten al resto del mundo en un decorado, al resto de la humanidad en meros figurantes. No sé si existen las tormentas perfectas, pero sé que existen los besos perfectos. Estoy segura de que no se conocen, les une la juventud irresistible, la belleza. A continuación, ella también sale disparada y salta dentro del autobús. Todo ocurre en treinta segundos. Justo en ese momento, llega mi taxi.
¿Cuánto tiempo hace que no besas a un desconocido?
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