Editorial

Elecciones en la Rusia de Putin

El presidente sigue siendo muy popular y, pese al deterioro de la situación económica, su partido Rusia Unida está llamado a ganar

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Los rusos acuden hoy a las urnas para renovar el Parlamento, la Duma, y lo hacen con el convencimiento de que poco o nada cambiará políticamente, abrumados además por el deterioro de la situación económica y la degradación de algunos servicios públicos básicos como es la sanidad. Hace cinco años, después de las anteriores elecciones legislativas y presidenciales, miles de rusos salieron a la calle varios días para protestar por considerar que los resultados de aquellos comicios habían sido manipulados. Todo acabó con una demostración de fuerza de las autoridades, que detuvieron a centenares de personas bajo la acusación de subvertir el orden público. Desde entonces, el cerco a toda disidencia ha sido contundente, lo que hace muy difícil la existencia de una oposición democrática bien organizada. Las opciones por las que pueden optar los rusos son escasas. Está Rusia Unida, el partido de Vladimir Putin que tiene todos los números para volver a ganar. Luego está la ultraderecha nacionalista que reivindica el comunismo, y varias formaciones pequeñas supuestamente de oposición que sirven para demostrar que hay pluralismo.

La apatía de los rusos ante los comicios se explica también por la declinante situación económica. Putin sacó a Rusia del marasmo económico de los años 90 y el país tuvo un crecimiento sostenido hasta el 2008 gracias al elevado precio del gas y el petróleo, pero esto se acabó con el agravante de que no ha diversificado una economía concentrada en los hidrocarburos. Y a todo ello cabe añadir el efecto de las sanciones occidentales.

Ante esta situación Putin ha recurrido al patriotismo. Por una parte, con el músculo militar demostrado con la anexión de Crimea, la no declarada intervención en el este de Ucrania y la activísima presencia en Siria que ha convertido a Rusia en un protagonista imprescindible para la solución de aquella guerra. Por otra, con lo que considera un rearme moral frente a Occidente usando a la muy reaccionaria Iglesia ortodoxa a la que ha hecho numerosas concesiones en temas capitales como la educación. La popularidad de Putin sigue siendo muy elevada. Por ello, y pese a la apatía del electorado, seguirá controlando la Duma, algo imprescindible para las próximas elecciones presidenciales y para la aplicación de reformas que pueden tener un coste social muy elevado.