EN CLAVE EUROPEA

Sin abordar el malestar profundo ciudadano

Merkel (centro), con Tsipras (izq) y Juncker (derecha), este viernes en Bratislava.

Merkel (centro), con Tsipras (izq) y Juncker (derecha), este viernes en Bratislava. / periodico

ELISEO OLIVERAS

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La imperiosa necesidad de los líderes de los Veintisiete de poder mostrar una apariencia de unidad en la cumbre de Bratislava tras la decisión de Gran Bretaña de abandonar la Unión Europea (UE) les ha conducido a concentrarse en el cada vez más reducido mínimo común denominador sobre el que puede existir un cierto consenso entre los estados: la seguridad, la lucha contra el terrorismo, el freno a la inmigración irregular y el control de fronteras.

Los líderes europeos han pasado de puntillas sobre las causas profundas del creciente malestar ciudadano, que se está expresando a través del voto británico a favor de salir de la UE y de los sucesivos éxitos electorales de los populistas euroescépticos y de la extrema derecha. Frente a los graves problemas sociales creados por las políticas económicas impuestas por la UE, los líderes se han limitado a reiterar sus gastadas promesas incumplidas de "crear un futuro económico prometedor para todos, con mejores oportunidades para los jóvenes". Precisamente el primer ministro italiano, Matteo Renzi, abandonó la cumbre criticando que no se quiera revisar la política de austeridad, pese a que frena el crecimiento económico y la creación de empleo. La solidaridad entre los estados de la UE frente al problema común de la ola de refugiados también ha seguido ausente.

En la Declaración de Bratislava no se menciona la creciente desigualdad social y precarización laboral, el paulatino desmantelamiento del Estado de bienestar europeo, el abandono a su suerte de capas de la población cada vez más amplias frente a las consecuencias negativas de la globalización y la adopción de decisiones económicas a nivel europeo que afectan a toda la población pero que escapan al control democrático de los ciudadanos.

RECORTES Y DESEMPLEO

Más allá de los discursos de euroescépticos y ultraderechistas contra los inmigrantes, el análisis por distritos de los resultados del referéndum británico y de los comicios nacionales en los últimos años en la UE muestra que el voto a favor del 'brexit' y de la extrema derecha se nutre de la población más castigada por el desempleo, la crisis y los recortes sociales, como recogen los diferentes estudios realizados por los profesores Matthew Godwin, Pippa Norris, Cas Mudde, Herbert Kitschelt, Florian Schui y Elisabeth Carter.

La carta de cinco páginas del presidente de la UE, Donald Tusk, convocando la cumbre ya era reveladora por dedicar la mayor parte del texto a la seguridad y control de fronteras. Solo contenía unas meras referencias de pasada a "proteger mejor los intereses económicos y sociales" de los ciudadanos europeos en un párrafo básicamente destinado a defender los acuerdos de libre comercio ante la creciente oposición ciudadana al polémico Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión con EEUU

Los líderes europeos hace tiempo que han sustituido las visiones globales a largo plazo para Europa por los intereses a corto plazo de los comicios nacionales. Las elecciones generales en Alemania Holanda en el 2017, las elecciones presidenciales en Francia el año próximo, el referéndum constitucional italiano antes de fin de año y la repetición de las elecciones presidenciales austriacas retrasada a diciembre de este año frenan la presentación o aceptación de cualquier propuesta por parte de los estados miembros occidentales más influyentes que se considere que pueda costar votos.

DEBILIDAD POLÍTICA

Esta debilidad política del bloque más europeísta, sumado a un eje franco-alemán que ya solo funciona cuando París se pliega al dictado de Berlín, coincide con una revigorización política del núcleo duro de los estados miembros del Este, el denominado Grupo de Visegrado -Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia-, que aspira a utilizar la actual crisis europea para diluir el proyecto de integración política a una mera coordinación intergubernamental con una recuperación de poderes nacionales y rechaza cualquier solidaridad en materia de refugiados e inmigración. El avance hacia una especie de ejército europeo está siendo aceptado por los países del Este, porque su temor al intervencionismo ruso supera su rechazo hacia una mayor integración.     

La Declaración de Bratislava muestra que los líderes europeos han asumido los elementos clave del discurso de la extrema derecha, como el reforzamiento de las medidas de seguridad, el control de fronteras exteriores y el freno a la inmigración, para así intentar recuperar votos perdidos. Al mismo tiempo, los graves problemas sociales que alimentan el malestar ciudadano siguen sin abordarse a fondo, porque las medidas económicas y tributarias necesarias chocan con los dogmas ideológicos neoliberales y los intereses de la élite socioeconómica, de las grandes compañías y del sector financiero.