La apuesta por las supermanzanas

Recuperemos las calles

La transformación urbana de Barcelona pasa por dejar atrás el diseño pensado para los coches en favor de una ciudad para todos

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JANET SANZ

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Las grandes ciudades compartimos el reto de superar un modelo urbano caracterizado por la masiva invasión de los coches en el espacio público. En el caso de Barcelona, hay un dato bastante significativo que ilustra la situación: el vehículo privado supone el 20% de los desplazamientos en la ciudad, pero le dedicamos el 60% de la vía pública. Las calles ocupadas por coches son menos amables para la gente, más agresivas, más habituadas a la velocidad, la inseguridad y la contaminación.

El modelo de ciudad construido al servicio de la movilidad en coche ha quedado obsoleto, las ciudades ecológicamente más avanzadas están haciendo apuestas firmes para reducir el espacio del coche y ganar para peatones y bicicletas. En Barcelona, ciudad pionera en el impulso de modelos urbanísticos de referencia global, estamos promoviendo un cambio de largo alcance: apostamos por la recuperación de las calles para el disfrute del vecindario y, buena parte de este cambio, pasa por el desarrollo de las supermanzanas.

No solo se trata de priorizar el transporte público, permitir que vecinos transiten a pie o en bici, sino de reivindicar que la vida comunitaria se apodere de las calles, que se ejerza la ciudadanía de forma activa y cotidiana en el espacio urbano. Como propuso Jane Jacobs en los años 60, el urbanismo debe estar al servicio de nuestros niños y  mayores, debemos planificar la ciudad para permitir que niños y niñas jueguen a pelota, que abuelos y abuelas puedan hacer actividades y también descansar. Solo así lograremos una ciudad para todos.

LA EXPERIENCIA DE LA VILA DE GRÀCIA

En el terreno teórico, el ingeniero inglés Colin Buchanan ya hablaba en los años 60  igual que Jane Jacobs. En Barcelona tenemos experiencia con el Pla de Mobilitat de la Vila de Gràcia. Ahora hacemos un salto cualitativo. Por primera vez las supermanzanas pasan a formar parte de la esencia de la política urbanística: plazas y calles habitables, amables, verdes, confortables, que se convierten en espacios de relación y no solo de paso. La fórmula pasa por preservar zonas a través de restricciones de velocidades y la adecuación de sentidos de circulación, limitación del aparcamiento, realización de pequeñas actuaciones de reurbanización, y ofrecer facilidades reales a la gente para que recupere la calle. Se trata, en definitiva, de generar nuevos núcleos urbanos para la convivencia y vecindad, para la vida comunitaria.

Este es el modelo que se inicia con la actuación en Poblenou, pero que se extenderá por toda la ciudad, primero en la trama Cerdà y después allí donde el tejido urbano lo haga viable. Este es el urbanismo de lo cotidiano, hecho desde una dimensión humana, feminizado, donde el acento se pone en la confortabilidad del espacio público, pensando nuestras calles para la vida en común, como si fueran la extensión de nuestra casa.

Se trata de un modelo que se adapta a la singularidad tanto de la ciudad física como de la realidad social, comercial o asociativa de un entorno urbano. Una supermanzana puede ser un conjunto de islas del Eixample, un eje que tiene sentido tratar unitariamente, un entorno urbano con características singulares, alrededor de un equipamiento de referencia... En definitiva, puede ser lo que tenga sentido desde de la lógica de la vivencia vecinal. Por tanto, una supermanzana no es un modelo replicable en todas partes y siempre, es un concepto adaptable a diferentes realidades y tejidos urbanos.

PENSAR EN UNA SOCIEDAD DINÁMICA Y CAMBIANTE

La supermanzana debe ser versátil y reversible. El nuevo urbanismo tiene que aprender del pasado y no hacer actuaciones rígidas que condicionen la ciudad del futuro, pensando en una sociedad dinámica y cambiante. Por ello, las actuaciones son de carácter táctico, redirigiendo tráfico, situándose mobiliario urbano, haciendo pequeñas actuaciones. Habrá que ver si la gente se hace su espacio, si se genera una dinámica nueva y entonces consolidar la actuación. Hoy mucha gente no tiene la opción de ocupar la calle, con las supermanzanas se da esta oportunidad y es la ciudadanía quien decide la forma de aprovecharla. Los precedentes como la Vila de Gràcia o la conversión de grandes ejes y zonas de la ciudad (Barri Gótic, cascos antiguos...) indican que cuando se quitan coches, las calles se llenan de gente y de vida.

Comienza un cambio profundo en la forma de vivir el espacio público de Barcelona. Un cambio para dejar atrás el diseño pensado para los coches, y hacer realidad la ciudad producida y vivida por las personas. Un camino largo que tiene componentes culturales que hay que ir superando. Un camino que no se impone, sino que se despliega para crear oportunidades de vivir de forma diferente la ciudad. Oportunidades que seguro se aprovecharán y poco a poco, de forma casi espontánea, las vecinas y los vecinos harán suyas las calles, las ganarán para llenarlas de vida.