Falta de honradez

La actitud del Gobierno en el 'caso Soria' quizá revela que nos molesta que nos mientan pero en realidad continuamos tolerándolo

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ANA PASTOR

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La broma se les ha ido de las manos. Que el Gobierno ha mentido en el asunto del dimitido ministro Soria es algo que ya nadie duda. En privado son muchos los dirigentes del Partido Popular que se lamentan de lo mal que se ha gestionado el escándalo que suponía mandar a Soria de tapadillo al Banco Mundial con su pasado panameño, en mitad de una votación del Congreso, alegando que se acaba el plazo legal y vendiéndonos que es un tipo muy preparado. Encima tenemos que aguantar que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, nos pida al común de los mortales que seamos agradecidos con su renuncia: «Ha tomado una decisión por el bien de su Gobierno y hay que ponerlo en valor». Es una tomadura de pelo, porque ya todo el mundo sabe que le hicieron renunciar por el cabreo generalizado y no por un ataque de generosidad patriótica.

La distancia crece

Peor están en otros sitios, me dice alguien. Quien no se consuela es porque no quiere. Somos unos desagradecidos, porque en lugares como Estados Unidos tienen a Donald Trump, que igual suelta que Obama fundó el Estado Islámico que niega haber hablado de deportar inmigrantes cuando un minuto antes lo afirmaba categóricamente. Veremos si sus mentiras de todo tipo tienen consecuencias el 8 de noviembre. A estas alturas no vamos a sorprendernos de la capacidad para mentir que tiene el ser humano, pero quizá merezca la pena pararse en las razones de quien engaña cuando se trata de un cargo público. El profesor de la Universidad de Duke (Carolina del Norte, Estados Unidos) y experto en conducta humana Dan Ariely explica que nos estamos convirtiendo en lo que ya muchos denominan cashless society. Asegura que cada vez hay más distancia entre nuestras acciones y sus consecuencias. Y pone algunos ejemplos, como las descargas ilegales de música. No hay contacto humano en cierto tipo de escenas cotidianas, y por tanto, asegura Ariely, resulta más fácil racionalizar la falta de honradez cuando se produce. No robas o engañas a alguien sino a una máquina. A todo esto hay que añadir la autojustificación tipo «todo el mundo lo hace», que trata de legitimar cualquier mentira.

Escuchando al profesor plantear esta hipótesis me he acordado del exministro Soria y de quienes en el Gobierno español han mentido descaradamente ante los ciudadanos. Quizá es porque cuando hablan ya ni siquiera nos ven y les resulta más fácil engañarnos. No hay nadie al otro lado. Quizá sea que la distancia entre sus acciones (mentiras) y nosotros es cada vez más amplia porque nos da igual, porque las consecuencias son inexistentes, porque nos molesta que nos mientan pero en realidad continuamos tolerándolo. Al fin y al cabo, «todo el mundo lo hace».