Editorial
Transexualidad en la escuela
La problemática a la que se enfrentan las personas transexuales, es decir, las que en el libre desarrollo de su personalidad sienten la íntima percepción de que su verdadero género no se corresponde con los órganos sexuales que las definen en apariencia, se acrecienta en entornos hostiles para ellas, como las aulas escolares. Encuestas recientes confirman que es en los centros educativos donde la transfobia (el odio o la repulsa a los trans) es más intensa, justo en el periodo crítico de la pubertad o, cada día más, en edades incluso más tempranas. Por ello es positivo que la Conselleria d'Ensenyament haya impulsado un protocolo de actuación que prevé, tanto en centros públicos como privados, unas instrucciones para evitar en lo posible la discriminación y el asedio, que acostumbran a traducirse, lamentablemente, en abandono escolar e intentos -algunos consumados- de suicidio.
Es justo en el momento en que se produce lo que los expertos llaman el tránsito que el colectivo transexual es más vulnerable. La asunción del «sexo sentido», en una expresión feliz de la ley contra la LGTBfobia que aprobó hace dos años el Parlament, es crítica, y requiere ayuda, acompañamiento y comprensión en una sociedad donde los roles binarios de sexo siguen presentes como ejemplo de normalidad. El protocolo incorporado a las escuelas no es sino una extensión de la ley, pionera en España, que prevé el establecimiento de unas condiciones «para que las personas transgénero e intersexuales sean tratadas y conocidas de acuerdo con el nombre del género con el que se identifican, aun siendo menores de edad». Tienen derecho a vestir como tales y a usar el espacio común -baños o duchas, por ejemplo- en función del «sexo sentido», sin tener que acreditar ningún diagnóstico de disforía o sentimiento general de insatisfacción.
Es en este punto -el de considerar la transexualidad como trastorno mental y no como una evolución del proceso identitario- donde las discrepancias son más fuertes. El peligro de patologización está latente en el documento (opcional) que Ensenyament propone para las escuelas. La ley y el protocolo educativo no cambiarán por sí solos el odio o la discriminación. Conviene ir más allá e incorporar en los currículos un mensaje de tolerancia y respeto, de nuevos modelos no sexistas. Pero es un paso adelante.
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