La rueda

Arquitectos, escenógrafos y fotógrafos

La tarea del profesional es mejorar la vida de los demás humanos, no impresionarlos con la suya

RAMON FOLCH

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Desde hace nueve años, en Olot ocurre un milagro cada agosto. Docenas de profesionales de la arquitectura renuncian a sus vacaciones y se entregan a un proceso de reflexión creativa en los 'workshops' organizados por RCR Lab-A y la Fundación Bunka, que ilusionadamente presido. Este año, han sido 80 jóvenes profesionales de 25 países diferentes, integrados en alguno de los tres talleres celebrados: arquitectura y paisaje, escenografía, y fotografía. Varias actividades abiertas al público han trasladado todo este frenesí creativo a la ciudadanía.

Durante un mes, se han considerado proyectos y, quizá sobre todo, se han abierto horizontes. Las herramientas proyectativas son actualmente tan potentes y el glamur de la arquitectura es tan grande que la reflexión epistemológica resulta más necesaria que nunca. ¿Qué perseguimos haciendo edificios, planes urbanísticos o montajes teatrales? ¿Qué significa hacer fotos hoy en día?

A lo largo de la vida, he visto excelentes malas escenografías que pretendían representar la obra en vez de construir el espacio para poder hacerlo. En su sobreactuada elocuencia, suplantaban el texto y desdibujaban a los actores. La misión de la escenografía es contribuir a la eclosión del drama y facilitar la labor de los intérpretes. Es continente, no contenido.

Con la arquitectura pasa algo parecido. Debe conferir belleza a la solución funcional óptima. Los artefactos arquitectónicos no han de ser esculturas indiferentes a la necesidad. Lugar, usuario y condicionantes socioambientales del momento histórico deben ser parámetros capitales del proyecto. La tarea de cualquier profesional es, en definitiva, mejorar la vida del resto de humanos, no impresionarlos con la suya de fotógrafos brillantes, escenógrafos atrevidos o arquitectos deslumbrantes. Me parece.