La suerte está echada

La granítica intervención de Sánchez amarra al PSOE al 'no' a Rajoy. Deberá explorar alternativas, al menos para compartir la factura de otras elecciones

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ENRIC HERNÀNDEZ

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Por el tono y por el fondo, Pedro Sánchez no se ha dejado ninguna puerta de salida por si arrecian las presiones internas y externas para que el PSOE facilite, el viernes o ya en octubre, la investidura de Mariano Rajoy. La intervención del líder socialista, granítica, ha dinamitado a conciencia cualquier puente de diálogo que más adelante pudiera permitirle cruzar el Rubicón de la abstención. La suerte de la legislatura está echada. 'Alea jacta est'. 

La retahíla de reproches a Rajoy queda esculpida en el diario de sesiones del Congreso, encadenando a Sánchez al 'no' socialista. Si el extremeño Guillermo Fernández Vara o cualquier otro barón o baronesa socialista pretenden que el comité federal del PSOE revise esta posición, antes deberán forzar la dimisión del secretario general. Dimisión, que no relevo, pues en tanto no se despeje el calendario electoral el congreso federal del PSOE seguirá pospuesto. ¿Se atrevería Susana Díaz u otro aspirante a pedir el voto de las bases después de haber entronizado al PP? Maniobra de alto riesgo.

Liberado de la impostura de marzo, cuando escenificó junto a Ciudadanos una magra mayoría de Gobierno, Sánchez ha trabado una intervención y unas réplicas contundentes contra Rajoy, en justa correspondencia con la agria diatriba que este le dedicó hace seis meses. V de 'vendetta'. Definitivamente, no hay química alguna entre el candidato "indecente" y su adversario "ruin". Con estos mimbres, España continuará sin Gobierno y votará en diciembre. Salvo que...

La cuadratura del círculo

...salvo que las llamadas 'fuerzas del cambio', que según como se mire serían todas excepto el PP, enmienden el craso error que cometieron en la pasada y abortada legislatura. Tarde o temprano, Sánchez deberá mirar a los ojos a Pablo Iglesias y Albert Rivera para preguntarles si en verdad son tan incompatibles como para exponerse a unas nuevas elecciones que, marcadas por la polarización, podrían menguar sus ya menguantes fuerzas en favor del bipartidismo. Los números del PSOE y Unidos Podemos darían; con una "responsable" abstención de Ciudadanos bastaría. 

Toda vez que hasta el PP levantó el veto a los independentistas al recabar su voto (secreto) para la mesa del Congreso, el líder socialista debería auscultar también el ánimo de ERC, los sucesores de Convergència y el PNV. Brindar otra prórroga a Rajoy o facilitar su remoción; tal sería el dilema nacionalista. Abrir cauces de diálogo con los independentistas catalanes, buscando un encaje legal al referéndum que no solo ellos demandan en Catalunya, o permitir que el conflicto se enquiste; tal sería el dilema de Sánchez.

Cualquiera de estas dos opciones entrañan tanta dificultad como la cuadratura del círculo, y lo más probable es que no lleguen a cuajar. Pero, si no quiere pagar en exclusiva la factura de unas terceras elecciones, Sánchez tiene la obligación de intentarlo.