LA EVOLUCIÓN URBANA

La ciudad mediterránea

Las nuevas tecnologías y la conciencia ecológica deben potenciar modelos como el de Barcelona

Castillo de Montjuïc 3El mejor 'skyline' cerca del puerto.

Castillo de Montjuïc 3El mejor 'skyline' cerca del puerto.

JOSEP OLIVA CASAS

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Planteo resumir la evolución que ha experimentado la ciudad, nuestra ciudad, a lo largo del tiempo. En principio reflejaba el espíritu urbano mediterráneo, que adjudica un gran protagonismo al espacio público: es aquello de hacer vida en la calle. Es consecuencia del espléndido clima de que gozamos, que conjuga temperaturas benignas con pocos días de lluvia (a veces demasiado pocos), y así surge la genuina cultura urbana, acostumbrada a vivir en un ambiente artificial. El urbanista Chueca Goitia la denominó «ciudad pública», y también ha sido calificada de «ciudad del peatón». Es la manifestación evidente de la implantación de la artificialidad sobre la superficie terrestre por parte de los humanos.

En ella, los ciudadanos no solamente transitan por el espacio público, totalmente accesible para todos, sino que también se pasean y se asientan en él. No obstante, nos hemos pasado millones de años en un ambiente básicamente natural, de manera que arrastramos un atavismo que no podemos obviar. A partir de cierta dimensión es necesario diseñar una buena red de parques urbanos, pero sin olvidar que el protagonismo recae en la ciudad.

En Estados Unidos predomina otro modelo muy diferente, en el que el espacio exterior solo sirve para circular en coche y lo que hay son guetos de diversos tipos. Se ha adoptado una cultura absolutamente suburbana en la que el protagonismo corresponde a la vegetación. No es una verdadera ciudad tal como siempre la habíamos entendido desde nuestra perspectiva.

Siguiendo con el modelo, menciono la Revolución Industrial, que hizo crecer las ciudades hasta entonces encerradas dentro de murallas que agravaban el problema higienista de las viviendas, poco soleadas y mal ventiladas. Eso obligó a derruir los muros que las atenazaban. Desgraciadamente, no se creó una red de parques suficientemente potente, que era lo que convenía. Representó, pues, una marcha atrás en la calidad urbana.

En pleno siglo XX hubo dos circunstancias que también perjudicaron el modelo. Hablo de una modernidad banal (las hay sólidas) proveniente de Estados Unidos. Por una parte, una serie de imágenes de rascacielos aislados que han conseguido deslumbrar en todo el mundo, incluida Asia, pero que rompen las características de la ciudad. Ahora bien, rechazar este tipo de construcciones no significa hacerlo de una manera drástica, porque ciertas excepciones son bienvenidas, y como ejemplo menciono en Barcelona la Torre Agbar. Por otra parte, hay un caso surgido del mundo urbanístico que ha tenido menos influencia pero que vale la pena citar. Es lo que se conoce como Movimiento Moderno, que fue positivo en una arquitectura que necesitaba un replanteamiento pero que en urbanismo se apartó del buen camino. Cuestionó la ciudad clásica e introdujo la racionalista, que no responde a un concepto verdaderamente urbano. Ahora es oportuno mencionar a Le Corbusier, que brilló como arquitecto pero no precisamente como urbanista. Es mi opinión.

Otro hecho que ha deteriorado la ciudad es la gran invasión que ha sufrido el espacio público por parte de coches y motos. En efecto, ocupan las calles no solamente circulando sino también aparcados. Se añade a ello el deterioro de la calidad del aire.

Hacia el siglo XXI aparecen dos cuestiones positivas cara al futuro si las implementamos bien. La primera son las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), que permiten una mejora de la gestión urbana y proporcionan información interesante al alcance de los ciudadanos. Es lo que se ha dado en llamar smart cities o ciudades inteligentes, pero teniendo claro que no afectan a la estructura propiamente urbana. Es decir, sin confundirse con un nuevo modelo urbano. La segunda es que hemos llegado a tener conciencia del concepto de ecologismo, absolutamente necesario de aplicar en el diseño de las ciudades porque podríamos caer en la insostenibilidad del planeta.

Así pues, el proceso que ha seguido nuestra ciudad ha pasado por altibajos, pero hay que ser fieles a su espíritu obviando aspectos que la desmienten e incorporando los dos últimos instrumentos, que la enriquecen y la hacen sostenible. Por cierto, la ciudad mediterránea es fácilmente adaptable al gran reto del ecologismo. El resultado es una ciudad compleja, segura, fractal y preparada para el futuro al ser la menos insostenible posible.

Se trata de pasar lista al proceso para después tener claras las actualizaciones pertinentes a realizar, corregir les mixtificaciones, incorporar las TIC y adaptarse a las exigencias que reclama el ecologismo. Desgraciadamente, es difícil mejorar la calidad urbana en el marco de la ciudad construida a causa de su gran inercia.