EL TURNO

Santuarios, sí; mujeres, no

Son vergonzosas las reticencias delTPI a investigar la violencia sexual

Ahmad al Faqi al Mahdi comparece, ayer, ante el Tribunal Penal Internacional.

Ahmad al Faqi al Mahdi comparece, ayer, ante el Tribunal Penal Internacional.

GEORGINA HIGUERAS

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El Tribunal Penal Internacional (TPI), criticado por su lentitud y su falta de resultados, sentó esta semana en el banquillo al primer acusado de crímenes de guerra por la destrucción de bienes patrimonio de la humanidad. Ahmad al Mahdi al Faqi se declaró culpable y arrepentido de destruir o cooperar en la destrucción de nueve mausoleos y la mezquita de Sidi Yahya, pero no necesitó pedir perdón, ni expresar «el gran dolor» que siente por la violación, tortura y esclavización de un centenar de mujeres.  El TPI prefirió centrar el caso del yihadista de Malí en los monumentos y olvidarse de las mujeres.

Fundado en el 2002 para juzgar a las personas acusadas de cometer genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad, el TPI rechazó aceptar las denuncias de 33 víctimas de la salvaje agresión de los yihadistas de Ansar al Din, incluido Al Faqi, durante el 2012, año en que gobernaron Tombuctú hasta su expulsión por las tropas francesas. La Federación Internacional de Derechos Humanos  investigó y documentó la violencia sexual perpetrada por hombres a las órdenes de Al Faqi, entonces jefe de la policía, y ayudó a las víctimas a presentar sus testimonios ante los tribunales de Bamako y ante el TPI.

Sorprende que la fiscala jefa del tribunal, la gambiana Fatou Bensouda, diga que los monumentos destruidos «eran importantes tanto desde el punto de vista histórico y religioso como del identitario del pueblo de Malí» y no tenga en cuenta el sufrimiento de las mujeres de ese mismo pueblo. El mensaje para los yihadistas de Boko Haram, el Daesh, los talibanes y tantos otros grupos terroristas que cometen todo tipo de tropelías con las mujeres no podía ser más equívoco y dañino.

El TPI estaba interesado en juzgar la destrucción del patrimonio cultural, por ser un asunto mediático y de resolución rápida. «En un contexto de presupuesto ajustado y largos procesos, se ha reducido el coste disminuyendo el tiempo», declaró a Foreign Policy Juan Branco, exenlace de la fiscalía. Las reticencias del TPI a investigar la violencia sexual son vergonzosas.