Gorbachov, efímera primavera y (caos) de Rusia

JESÚS LÓPEZ-MEDEL

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Se cumplen 25 años del declinar del último imperio del mundo, surgido hace casi cien años y que se desmoronaría rápidamente en 1991 desde el periodo que va del 19 de agosto hasta el acta de defunción, el día de Navidad, del Estado ateo oficial, la URSS.

Esos intensos cuatro meses, comenzaron cuando veraneando Mijaíl Gorbachov en una zona de acantilados de la costa de Crimea, se le presentó una delegación enviada por un comité golpista para conminarle a que presentase su dimisión. Se negaría y quedaría retenido e incomunicado.

Sería el primer movimiento de este grupo de ocho personajes como el vicepresidente de la URSS, el Ministro de Interior, el de Defensa, un alto dirigente de la KGB ... Todos ellos habían sido promocionados por el propio Gorbachov cuando, tras impulsar un proceso ampliamente reformista y dada la fuerte oposición de los comunistas más ortodoxos, pactaría con estos que luego le traicionarían.

Llevaba seis años como Secretario General del PCUS siendo su irrupción un estilo diferente de hacer política respecto a una gerontocracia que le precedió con un sistema arcaico en el que se habían abierto numerosas grietas sin arreglo. Sirva como símil de lo expuesto, la tragedia de Chernobil acontecida sólo un año después de que llegase Gorbachov. Las grietas del reactor cuatro se asimilaban a las roturas y fallas del sistema productivo, político, económico, militar (tras la derrota en Afganistán) y territorial.

"PRIMAVERA DE LA LIBERTAD"

Todo se desmoronaba y, mientras tanto, 'Gorby' alentaba unas reformas liberalizadoras desconocidas en la historia rusa. Aún con sus contradicciones, se puede decir que fue esa etapa de su mandato una “primavera de la libertad”. A ello se oponían los más ortodoxos y en esa situación de profunda crisis, implementar esas medidas era muy complicado, más aún con un mundo occidental que le aplaudía y quería fotos con él pero que no tuvo nada de generosidad ni apoyo financiero a un país donde la crisis económica amenazaba la viabilidad de las reformas políticas.

Al mismo tiempo, las tensiones territoriales se agudizaban en un sistema que hasta entonces había sigo regido con gran centralismo desde Moscú. Precisamente desde el deseo de mantener unida las republicas Gorbachov preparó un nuevo Tratado de la Unión, con un incremento notable de la autonomía pero manteniendo, decía, su unidad. Como suele pasar, los “salvapatrias” golpistas invocarían la destrucción de la URSS como una de las causas del levantamiento.

Sin embargo, sería un líder discrepante quien le salvó. BorisYeltsin era el Presidente de la República Rusa y sus planteamientos nacionalistas y más liberales iban más allá de las ideas reformistas (al final, ancladas) del líder soviético. Él fue quien movilizaría a la población que saldría a defender el Parlamento. Frente a la falta de información de lo sucedido dos años antes en Tiananmen, salvo alguna foto o escena breve, lo que sucedería en Moscú sería el primer golpe de Estado retrasmitido en directo al mundo.

La población iba acudiendo y haciendo frente a los tanques. No hizo falta usar la fuerza. Tan solo un atropello en la próxima calle Chaikovski. La imagen de aquel hombre de pelo plateado encima de un coche arengando al pueblo, era casi de Hollywood. Él y sus seguidores pararían ese golpe. Gorbachov volvería desde Foros a Moscú pero no en su avión presidencial sino en el de Yeltsin. El golpe contra aquel fracasaría pero se convertiría en “prisionero” de Yeltsin. Poco después, la escena en el Soviet donde el líder triunfante le hace firmar la prohibición del Partido Comunista que el otro quiso mantener vivo, sería otro empujón hacia la debacle.

Es paradójico que habiendo fracasado un golpe de Estado, el destinatario no saliera reforzado sino al contrario. También es muy singular que habiendo sido derrotado un golpe de Estado, el resultado cuatro meses después fuese que el propio Estado desapareciese y fuese sustituido por 15 nuevos.

Es expresiva la frase de Gorbachov a su regreso: “He vuelto a un país que no es el mismo”. Y también muy particular la experiencia del astronauta Sergei Krikaliov que estando en una estación espacial, cuando regresó se encontró con que el Estado que le envió, la URSS, ya no existía; que la hoz y el martillo grabados en el cohete, estaban prohibidos, como toda la “casquería” soviética y que la estación espacial que debía dirigir su regreso no tenía vinculación con Moscú, sino que Baikanur estaba en un nuevo Estado independiente, Kazajstán.

La chispa fue el golpe de Estado contra Gorbachov...

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