Mi hermosa lavandería

Cosas que me cuesta mucho entender (y aún más soportar)

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ISABEL COIXET

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Una mujer que rezonga en la cola del probador de COS y le suelta una filípica absolutamente injustificada al empleado que está desbordado de trabajo. El olor químico falsamente dulce que sale de una famosa cadena de tiendas y que ha sido creado por una empresa que convence a las tiendas para que lo emitan sin parar y que te persigue hasta el cabo de la calle como un vertido imparable de petróleo en el mar. Los Sanfermines. Las retransmisiones de los Sanfermines. La gente con las camisetas mojadas de vino en los Sanfermines. Los australianos en los Sanfermines. Las vidas ajenas vomitadas con todo lujo de detalles de los que no se han enterado de que viajan en el vagón de silencio del AVE. Los anuncios de pizzas de supermercado con voces con un acento italiano más falso que la palabra artesana aplicada a la pizza de mierda que anuncian. Los anuncios de champú. La idea de que me aferro ciegamente a la creencia de que un nuevo champú va a arreglar mi pelo destrozado por un champú idéntico al nuevo que indefectiblemente compraré. Los anuncios de geles de higiene íntima, de crema depilatoria, de pastillas para las infecciones vaginales: los anuncios que quieren que las mujeres nos sintamos como bestias del Averno. Los bares donde sirven un café asqueroso y cuando se lo dices no saben de qué estás hablando. Que solo salgan mujeres en los anuncios de remedios contra el estreñimiento. La gente que solo compra libros el 23 de abril. Barcelona en verano. El ruido de las ruedas de las maletas de los turistas en Barcelona en verano. La gente que no lee los libros que ha comprado el 23 de abril. El tono circense de muchos locutores de radio. Los tomates que no saben a nada. Las croquetas que no saben a nada. Las sintonías infumables de muchos programas de radio. El vino rosado. Los que intentan convencerte de que pruebes un vino rosado diciéndote que “este es diferente”. Las vendedoras de las tiendas pijas que casi llaman a la policía cuando entras. Los vendedores de las tiendas de productos de belleza que te obligan a entrar y te ponen crema en las manos y, cuando intentas irte, te montan un pollo. Taylor Swift. Taylor Swift y Tom Hiddleston. Las amigas modelos de Taylor Swift. Los que se empeñan en invitarte a sus cenas de matrimonios para que pruebes los platos que han aprendido a hacer en un curso de cocina de tres días, esos. Entrar en un vagón de metro y ver que toda la gente tiene la cabeza inclinada hacia el móvil. Entrar en un vagón de metro de Barcelona y sentir nostalgia de toda la gente que lee libros en el metro de París. Las franquicias de La baguetina catalana que ahora se llaman nó-sé-qué-bakery y han cambiado las lámparas, pero siguen sirviendo las mismas cosas repugnantes que servían antes. Pensar que Starbucks no paga los impuestos que debería. Los pantalones pirata en todas sus declinaciones. La combinación chancla + pantalón pirata. Las canciones de Taylor Swift. Los días en los que todo me ha salido fatal y se me ocurre un artículo para hablar de las cosas que me cuesta mucho entender. Y que, definitivamente, no entiendo.