Opinión | Dos miradas

Emma Riverola

Escritora

EMMA RIVEROLA

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¡No es no!

A las 12 en punto del 6 de julio se prendió la mecha del chupinazo y empezaron nueve días de encierros, alcohol, fiesta… y, también, de un machismo atávico que siente predilección por las masas y el desorden. La madrugada del jueves, una mujer fue agredida por cinco hombres. Horas antes de que se produjera la violación, Francisco Marhuenda escribió en Twitter: «Encierro de acosadores sexuales en #SanFermines2016». El texto iba acompañado de la fotografía de una mujer bañada en vino manoseada por varios hombres. Ella reía. Consentía. Y él, el director del diario 'La Razón', lo confundía todo. Su tuit sirve de ejemplo. Es un perfecto y deplorable ejemplo de cómo el machismo busca justificaciones donde no las hay, de la indecente pretensión de ridiculizar a los que claman contra las agresiones sexuales, de despreciar el problema, de confundir consentimiento con agresión y, al fin, de culpabilizar a la víctima. Una mujer puede invitar a quien le dé la gana a tocarla. Del mismo modo que tiene el poder de detener el manoseo en el mismo instante en que ella quiera. Sugerir que el problema está en una provocación de la mujer no es un argumento, es un insulto. También para los hombres.

La noche del jueves, miles de personas se manifestaron en Pamplona para mostrar su rechazo a la agresión sexual. Muchos lucían un símbolo: una mano roja extendida con el lema 'No es no'¿Cuál de las tres palabras no entienden tantos?