Dos miradas

Expuestos

¿Queremos que las redes sociales sean el muro de la plaza pública donde vamos desnudando a todos los que nos ofenden?

EMMA RIVEROLA

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El músico Quimi Portet se dirigió en catalán a un camarero de un ferri de Baleària y se quedó sin café con leche y con la sensación de haber sido burlado. Ofendido, elevó sus quejas a Twitter. Denunció la negativa del camarero a atenderle en catalán y compartió una fotografía de su rostro. Baleària no tardó en pedir disculpas a Portet. El camarero ha reconocido que fue poco respetuoso. Y las redes sociales vivieron unas deliciosas horas de polémica, ese pasatiempo que tan bien les sienta. Defensores de las patrias, de los trabajadores, de las lenguas, de la música y del conflicto acudieron raudos a la cita.

Más allá de los detalles del caso concreto, del evidente derecho a ser atendido en catalán en un trayecto de Barcelona a Palma y, aún más, a ser tratado con respeto, queda la reflexión sobre el gesto de Portet. ¿Queremos que las redes sociales sean el muro de la plaza pública donde vamos desnudando a todos los que nos ofenden? Podemos colgar esa foto en Twitter o pedir la hoja de reclamación de Baleària y elevar una queja a la dirección de la empresa. Esto último es menos impactante, más lento y quizá también menos efectivo, pero con toda seguridad es más respetuoso con los derechos de las personas y, también, de la compañía. En este caso, Portet no fabulaba y el camarero ha reconocido su error, pero la puerta se abre a posibles difamaciones. La exposición sin control nos hace más vulnerables.