Editoriales

El espejo de Escocia en la UE

La reacción de los gobiernos español y catalán a la iniciativa de Sturgeon ha sido tan inmediata como precipitada

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Una de las consecuencias del 'brexit' puede ser la celebración de un segundo referéndum sobre la independencia de Escocia si el Reino Unido y la Unión Europea (UE) no dan satisfacción al deseo escocés de permanecer en la UE, que se expresó claramente en la consulta del pasado día 23, en la que el 62% de los escoceses votaron a favor de la permanencia. La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, nacionalista, se ha mostrado a favor de un nuevo referéndum y, para reafirmar sus aspiraciones europeístas, viajó el miércoles a Bruselas, donde fue recibida por el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y por el de la Comisión, Jean-Claude Juncker.

Estos movimientos han provocado reacciones inmediatas en los gobiernos español y catalán. Ambas precipitadas. Ni «la UE está cambiando rápidamente su discurso sobre Escocia», como dijo el 'president' Carles Puigdemont, ni puede Mariano Rajoy reaccionar con tanto nerviosismo como para afirmar que «si el Reino Unido se va de la UE, Escocia también se va», e insinuar además que España vetaría la permanencia escocesa. Las reacciones son extemporáneas, entre otras razones porque los casos de Escocia y Catalunya no son comparables. Una cosa es que una parte de un Estado que se va quiera seguir en la UE, y otra muy distinta que una parte quiera separarse, sin acuerdo, y permanecer en la Unión.

Con gran prudencia, Sturgeon manifestó que había ido a Bruselas a reclamar si es posible hallar una solución para Escocia en los dos años de negociaciones con el Reino Unido, que en ningún caso cuestiona. Sus interlocutores se limitaron a escucharla, lo que hasta ahora no ha logrado Catalunya. Juncker aclaró que no es su trabajo interferir en el proceso tras el 'brexit' y el presidente del Consejo, Donald Tusk, ni siquiera recibió a Sturgeon. Esta actitud de Tusk refleja las reticencias de los estados ante la posible excepción escocesa.

Es evidente que la salida del Reino Unido trastoca la arquitectura comunitaria, pero el Govern haría bien en no hacerse excesivas ilusiones y en considerar las opiniones del exprimer ministro escocés Alex Salmond, quien ha recordado que Escocia y Catalunya no son equiparables, salvo en una cosa: que los dirigentes catalanes deberían proseguir la ampliación de la base social del soberanismo para intentar un día celebrar un referéndum a la escocesa, es decir, legal y pactado.