Los jueves, economía

Rebelión en la granja

El 'brexit' es, en primer lugar y por encima de todo, una sonora bofetada al 'establishment' briánico

ilustracion  de leonard  beard

ilustracion de leonard beard / periodico

JOSEP OLIVER ALONSO

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El resultado del referéndum británico ha traído consecuencias previsibles: hundimiento de las bolsas, caídas históricas de la libra y miedo a que el choque se traslade a la economía real. Posteriormente, algo de calma en los mercados, a la espera de que la niebla escampe. Pero mucho más relevantes que el propio ' son las causas que lo explican. Y que tienen clara traducción española y europea.

El 'brexit' es, en primer lugar y por encima de todo, una sonora bofetada al 'establishment' británico. Estaban a favor del 'Remain' los grandes partidos, sindicatos y uniones patronales o el Banco de Inglaterra. Y se sumaron a la campaña por la permanencia una parte sustancial de las 'celebrities'desde David Beckman a Richard Branson, de J. K. Rowling a Stephen Hawking o de Daniel Craig a Elton John. Además, los grandes organismos internacionales (FMI, OCDE, Comisión) apoyaron sin reserva a Cameron.

Con tantos y tan cualificados oponentes al 'brexit', ¿qué ha pasado? La reina Isabel II, en medio del colapso financiero que nos azotaba en el 2009, preguntó a un grupo de premios Nobel de economía y célebres catedráticos de la London School of Economics cómo es que nadie lo vio venir. Parafraseándola, podríamos hacer hoy la misma pregunta: ¿Tan alejadas están las elites británicas de una notable parte de su país cómo para no ver la marea que se elevaba?

LOS RECORTES EN EL ESTADO DEL BIENESTAR

En todo caso, si no lo vieron, ahora empiezan a darse cuenta. Ha emergido un nuevo consenso que explica el 'brexit' por las políticas liberales de Tony Blair, Gordon Brown, David Cameron y George Osborne. Sus negativos impactos sobre el tejido industrial, el reforzamiento de la capitalidad financiera de la City y la apreciación de la libra esterlina y el aumento de precios de la vivienda a ella asociada y, finalmente, los recortes en el Estado del bienestar, parecen explicar algunos rasgos del resultado.

Por ejemplo, la victoria apabullante del 'brexit' en un feudo laborista como es Sunderland, una ciudad del norte de Inglaterra donde Nissan tiene la factoría más importante de Gran Bretaña y produce un tercio del millón y medio de vehículos que el país fabrica. O que se hayan decantado por el 'brexit' áreas donde los ingresos por el 'welfare' state son la base de la renta de muchas familias.

EL DEBATE SOBRE LA DESIGUALDAD

El 'brexit' es, en gran medida, la revuelta de los de abajo, de los que se están quedando atrás por la globalización y el cambio técnico. Y no es que los avisos no fueran muchos, y muy cualificados. El debate sobre la desigualdad está presente desde hace más de una década. Y el negativo impacto de la globalización y del cambio técnico sobre la distribución del ingreso y del empleo también es conocido. Como lo es también la quiebra de oportunidades que habían permitido el funcionamiento de un cierto ascensor social.

En el caso británico, David Willetts, miembro del Gobierno en la sombra del Partido Conservador, publicó en el 2010 un profético volumen. Lo tituló 'The Pinch' (El pellizco) y el subtitulo ('Cómo los baby boomers cogieron el futuro de sus hijos, y cómo deberían devolvérselo') expresa, como pocos, parte de las razones del descontento actual. En él, trazaba ya un sombrío retrato de las consecuencias de la ruptura del contrato implícito con los jóvenes, según el cual el trabajo duro es recompensado en forma de mejoras salariales y progresivos ascensos en la escala de renta y vivienda. 

LOS SUCESOS DE AGOSTO DEL 2011

Releyendo estos días su acertado diagnóstico, no puedo olvidar las imágenes de agosto del 2011, cuando un joven cayó tras un enfrentamiento con la policía. El barrio londinense de Tottenham se convirtió en ciudad sin ley, con saqueos e incendios imposibles de controlar por las fuerzas del orden, una tensión que se extendió a otros barrios y, entre otras, a ciudades como Birmingham, Nottingham, Bristol, Lincoln o Manchester. De aquellos polvos, estos lodos.

El 'brexit' no ha sido el primer aviso. La caída del ingreso, unas perspectivas crecientemente negativas y la convicción de que hijos y nietos van a vivir peor, son su causa fundamental. Porque, lastimosamente, el auge del racismo y el rechazo al extranjero encuentran terreno abonado cuando las expectativas de futuro se hunden, como nos recuerda el auge del fascismo europeo en los años 30.

Las bases materiales de lo ocurrido no son solo británicas, aunque en España u otros países europeos adopte formas, de momento, menos preocupantes. Solo el retorno a una política de reindustrialización, apuesta por la calidad de la producción, mejores salarios y redistribución del ingreso puede revertir lo que parece una senda de creciente malestar, del que nadie escapará. En Europa y aquí, las bases de un invierno de descontento están sembradas y comienzan a madurar. No vayamos a olvidar el caso británico.