Análisis

Europa es el problema... y puede ser la solución

El único elemento que puede actuar como eje vertebrador de la UE es su modelo social

ALBERT PUIG

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Analizando la crisis griega del pasado año, escribí que el proyecto político de la Unión Europea solo sería viable sí avanzaba --y rápido, añado ahora-- en su democratización y federalización. El referéndum del pasado jueves en Gran Bretaña me reafirma en esta posición. Del brexit extraigo, fundamentalmente, las siguientes dos lecciones.

En primer lugar, que los ciudadanos de la UE (o para ser más precisos, de países miembros de la UE) la perciben como un proyecto que no va con ellos; no es que no entiendan el entramado institucional europeo --lo que, por supuesto, cuesta-- sino que entienden, y constatan frecuentemente, que la UE es un proyecto de las élites europeas. Y claro, cada vez que se les pregunta, el proyecto europeo sale mal parado.

LA TOMA DE DECISIONES

En segundo lugar, que hay que regular cómo se toman decisiones colectivas en el seno de la UE. Parece evidente que la actual organización confederal de la UE no gestiona adecuadamente las soberanías (la tragedia griega del 2015 lo ejemplifica perfectamente). ¿Tiene sentido que el plan de rescate de la banca española se deba aprobar en el Parlamento alemán cuando hay un Parlamento Europeo?; pero, a su vez, ¿debe ser posible convocar un referéndum para aceptar un memorándum de política económica aplicable a un Estado miembro de la federación cuando este Estado ya tiene un parlamento?; y, finalmente, ¿debe ser posible convocar unilateralmente referéndums para decidir si se sale o se permanece en la UE?

Un uso alegre de los referéndums --no deberíamos medir la calidad de la democracia sólo por el número de consultas--, además de crear situaciones surrealistas --como la actual de Escocia... o de la propia Londres--, no refleja más que la pérdida de confianza por parte de los ciudadanos en las instituciones, en sus coyunturales representantes y, al fin y al cabo, en la democracia representativa. No hay que descartar que la gestión utópica por la vía de la democracia directa pudiera acabar en una distopía.

SOBERANÍAS Y COMPETENCIAS

La consolidación de un espíritu federal en el seno de la UE, y que se resume en el lema "soberanías compartidas y competencias solapadas”, implica precisamente renunciar a parcelas de soberanía que ya no son recuperables (al menos fácilmente) y, por ello, es tan importante que el proceso esté estrictamente legitimado en términos democráticos, lo cual actualmente no se da en el seno de la UE. Una consecuencia de ello es que los ciudadanos de los países miembros parece que siguen creyendo más en el estado-nación como el depositante principal de sus soberanías individuales y que aceptan --o se resignan-- a que la UE sea simplemente un acuerdo económico en el que las élites empresariales y financieras hacen sus negocios.

Pero el mantenimiento de este statu quo es, además del fin de la UE como proyecto político, el caldo de cultivo del que beben los movimientos xenófobos y excluyentes, que siempre culpan a algún otro de sus problemas. Solo hay que pensar en la crisis de los refugiados. Sin duda el papel que ha jugado la UE ha sido lamentable, pero pensemos qué estaría pasando en estos momentos si la UE no existiera; me da la impresión de que el levantamiento de muros y otras barreras físicas sería imparable y que los riesgos de enfrentamientos directos en el interior de Europa aumentarían exponencialmente. Tenemos la mala costumbre de no valorar la paz, de banalizarla a medida que los últimos conflictos bélicos se alejan de nuestras memorias, de pensar que la guerra es cosa del pasado y que la paz siempre se tendrá. Por desgracia, la historia demuestra que esto no es así.

LEGITIMACIÓN DE POLÍTICAS

La ruptura del statu quo y el avance en la democratización y federalización de la UE pasa por avanzar en la creación de un demos que conduzca a los ciudadanos --ahora sí-- de la UE a sentirse protagonistas de sus instituciones y legitimadores de sus políticas (lo que se visualizaría, en primer lugar, en un aumento de las tasas de participación en las elecciones al Parlamento Europeo). Y este demos no se puede basar ni en la moneda, ni en las religiones, ni en las distintas lenguas y culturas europeas...; quizá el único elemento aglutinador que podría actuar como eje vertebrador es el modelo social. Es cierto que en Europa hay diversos modelos sociales, pero todos ellos comparten determinados denominadores comunes que hay que potenciar. Otra posibilidad que podría contribuir a crear este demos sería la elección directa de una presidente europeo que tuviese que ir a buscar los votos desde Polonia a Portugal y que pensase en clave europea y no estatal, aunque debo admitir que en este aspecto tengo mis reservas.

Sin duda la democracia y la organización federal son, de todos los conocidos, el sistema y la forma más complejos de decidir y organizar los intereses colectivos, pero también el único camino a través del cual la UE puede consolidarse como un proceso político que genere bienestar a la mayoría de los ciudadanos europeos, y en especial a sus clases populares. Estaremos a la expectativa sobre si en la cumbre europea se producen avances en este sentido, aunque debo reconocer mi escepticismo al respecto.