Agendas ocultas

TOMÀS NAVARRO

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Carlos llegó a su despacho temprano. Tenía una gestión importante que realizar. Hacía días que le daba vueltas, pero por fin se había iluminado después de hablar con un compañero que conoció en el MBA que realizó en una reconocida escuela de negocios. No hay nada que el Excel no soporte, se dijo a sí mismo mientras camuflaba una pérdida provocada por una decisión precipitada, por un error evitable. Para Carlos es más importante su Bonus anual que el interés de la empresa.

María seguía cobrando esperando que nadie le preguntara por la promoción. Lo único bueno del veranos son los regalos promocionales de las marcas, pensó. La cola era larga, tenía que acelerar el ritmo. Le daré uno a mi hermano, uno a la Pepi, uno a mi vecino de arriba… Uno a uno iba repasando mentalmente sus contactos dignos de recibir la colchoneta hinchable que regalaba una marca de refrescos. De repente la pregunta de una clienta la sacó de su estado de trance. No, no me quedan colchonetas hinchables, respondió. Si hombre, iba a quedarse sin regalos, pensó.

Con apenas diez años de edad Lucía estaba acostumbrada a hacer lo que le daba la gana en el colegio y es que ser la hija de una de las profesoras con más solera y más mala idea del colegio tiene sus ventajas. Señorita, Sofía me ha insultado. Lucía sabía que estaba mintiendo, la profesora también. Sofía no está bien insultar a las compañeras de clase. Yo no la he insultado, replicó Sofía. ¿Por qué la crees a ella y no a mi? Por no tener problemas, pensó la profesora mientras se giró ignorando la mirada de satisfacción que le lanzó Lucía a Sofía.

Si quieres que te siga comprando a ti ya sabes lo que tienes que hacer, le dijo el director de compras a su principal proveedor. Se dieron la mano y se despidieron. De camino al coche, José llamó a su jefe. Carga un 5 % en el precio final para poder darle un sobre a Enrique. Sí, cada mes. En efectivo. Billetes pequeños.

Hala ya está, dijo Berta, la peluquera del barrio. ¿Yo diría que la última vez me lavó la cabeza?, pensó Luís… Bueno, quizás es un pack más barato… Anda, pero si me ha cobrado lo de siempre. Hala, ya está, no se ha quejado. Menos mal. Tengo la sala de espera llena de gente esperando. No se ha dado cuenta, pensó Berta mientras le cobraba a Luís.

Podría seguir llenando páginas y páginas con numerosos ejemplos, todos ellos vividos de cerca. Ejemplos de personas que anteponen sus intereses particulares por delante de los intereses de su equipo, de su empresa, de sus clientes, de su familia…

Si eres un directivo se espera que tomes decisiones adecuadas y que asumas las consecuencias de tus errores sin culpar a otras personas. Si eres cajera del supermercado se espera que trates a los clientes con respeto y que les hagas llegar los regalos promocionales. Si eres profesor se espera que no administres el poder que tienes sobre tus alumnos de manera imparcial e interesada. Si eres un director de compras se espera de ti que no aproveches tu posición para enriquecerte a costa de tu empresa y de tus proveedores. Si atiendes al público se espera que lo hagas siendo consciente de que esperan recibir el servicio por el que han pagado.

Pero nos da igual. Tú a lo tuyo. Saca el máximo provecho. Todo el mundo lo hace. Por cierto, no te olvides de tu dosis diaria de autoengaño para poder ir a dormir tranquilo después de justificar lo injustificable.

Una cosa más… ¿Qué se espera de ti si tienes un cargo político?