Ocultan más que lo que enseñan

FERRAN MONEGAL

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Han pasado cuatro días del famoso debate a cuatro de la tele, y Pablo Motos le decía a Albert Rivera en 'El hormiguero': «Lo único que me ha quedado claro es que no está claro quién va a pactar con quién». Efectivamente. Ocultan más que lo que enseñan. Por eso hicieron el debate a 14 días de las elecciones, y no la noche del 24, el día previo a la jornada de reflexión, que sería lo lógico, lo útil  y lo valiente. Eso es síntoma de que los cuatro temen a la tele. La necesitan, en campaña electoral se pirran por salir en ella a hacer lo que sea, pero les causa pavor un debate televisado a 24 horas de las elecciones. ¡Ah! Se verían obligados a mojarse de verdad. A enseñar las cartas. A mostrar sus verdaderas intenciones. Y eso les asusta enormemente. Debatamos en la tele, sí, pero a quince días de las votaciones. Distancia suficiente para que el posturismo, las insinuaciones de amor o de desprecio, incluso los errores o pifias delante de las cámaras, queden diluidas en el tiempo.

Estos admirados líderes políticos saben perfectamente que para la audiencia, una sesión televisiva de hace dos semanas queda volatilizada en su mente. La tele es como un bocata del Burguer King o del MacDonald’s: parece que te sacia en el momento de comerlo, pero a las tres horas ya no te acuerdas y estás rabiando de hambre y corres a tragarte otra cosa. Pero los políticos no cuentan con que les puede traicionar el subconsciente. En esta sesión de Albert Rivera, en 'El hormiguero', Pablo Motos le puso a sus tres adversarios reproducidos en cartónpiedra. Y le dijo: «Toma estos letreros y colócalos encima de quien te parezca». El cartel que ponía Ir de fiesta con... Rivera lo situó encima de Pablo Iglesias. El que decía Montaría un negocio con... lo puso sobre Rajoy. Y el último, Le contaría mis problemas a..., lo instaló en Pedro Sánchez. ¡Ah! Elegir a Rajoy como compañero ideal para montar un negocio es un golpe luminoso. Ya hace tiempo que los ciudadanos hemos comprobado que algunos partidos políticos son en realidad estructuras de negocio. Por ejemplo cuando Fraga se inventó Alianza Popular -hoy PP- y Pujol, Convergència. O sea que el letrero que colocó Rivera sobre Rajoy demuestra una colosal puntería del subconsciente.                                  

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Hay más signos, más golpes espontáneos, más señales, que la tele nos enseña. En la entrevista que Susanna Griso le hizo esta semana a Pedro Sánchez ('Dos días y una noche') se produce un instante muy meditable. Van los dos en un monovolúmen, camino de un meeting glorioso, y Sánchez, divagando sobre la nebulosa de los pactos, dice de pronto: «Es muy curioso. Las primeras semanas después del 20 de diciembre la gente me paraba por la calle y me decía: ‘Pedro, ¡yo no te he dado mi voto para que pactes con el PP!’ ¿Y sabes lo que me dicen ahora? Me dicen: ‘¡Pedro, con Iglesias a ningún lado!’ Mis votantes tienen un cabreo con Iglesias que no te puedes ni imaginar». ¡Ahh! Es muy hermoso que a un líder político le quede registrado en el cerebro lo que le dicen humildes transeúntes cuando pasea. Pero no estoy seguro si, en este caso, de lo que nos estaba intentando convencer el líder del PSOE es de la volatilidad del pensamiento de los que somos gente común y corriente. Primero no al PP, ahora no a Iglesias... Quizá hasta su subconsciente nos estaba preparando para algo que los analistas llaman la gran coalición PP-PSOE. Estas pinceladas que surgen en la tele nos alertan. Inmediatamente después, cuando llegaron al meeting, aparecieron Susana Díaz y Alfredo Pérez Rubalcaba. ¡Ahh! Allí no hubo mensaje subconsciente. Allí ambos se despacharon a gusto contra Podemos. Directamente.