Análisis

Europa se engaña

Mentimos prometiendo, para aplacar a los ultras, mano dura con los refugiados y un imposible cierre de puertas. Y con más fracasos de la UE, más votos para los que quieren destruirla

Una mujer kurda, con su hija, nacida en abril en Idomeni.

Una mujer kurda, con su hija, nacida en abril en Idomeni.

XAVIER RIUS SANT

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Lo más grave del desalojo del campo de Idomeni, que dejó de ser lugar de tránsito cuando Macedonia cerró la frontera, no es su clausura en sí misma, sino que Europa sigue sin dar una respuesta humanitaria y realista acorde con el derecho internacional para acoger a aquellos que huyen de la guerra, traicionando así sus valores fundacionales. Y es que ni se han habilitado vías seguras para llegar a Europa -la ruta se ha desviado a Libia e Italia, mucho más peligrosa-, ni se está cumpliendo el acuerdo de los Veintiocho para reubicar a los que llegaron antes, ni se dan -y eso es lo más grave- los requisitos para que se pueda considerar a Turquía un país seguro y respetuoso con los derechos humanos, la premisa en la que se sustenta el vergonzoso acuerdo del 18 de marzo con el que se dio por cerrada la ruta balcánica y se acordó la devolución de quienes llegasen a Grecia a partir del 20 de marzo.

Liberar a los estados del norte

Dicho acuerdo se hizo para liberar a Alemania, Austria y otros estados del norte de la presión migratoria tras la llegada por libre de más de un millón de refugiados y la incapacidad o la falta de voluntad de las instituciones europeas y de la mayoría de los gobiernos de los Veintiocho para cumplir los acuerdos de inicios de otoño de redistribuir a 160.000 de las personas que estaban entrando por Grecia e Italia. Una cifra insignificante para una Europa de 510 millones de habitantes. Y es que pese a que las autoridades españolas se hicieron ayer la foto con un grupo de sirios e iraquís llegados a Barajas, hasta hace dos días solo habían venido a España una treintena de los 15.000 refugiados acordados inicialmente.

El acuerdo del 18 de marzo con Ankara establece que se devolverá a Turquía a aquellos que lleguen a las islas griegas a excepción de menores, enfermos y mujeres embarazadas, ya que el derecho humanitario impide su deportación. A cambio, la UE acogerá a un máximo de 70.000 sirios o iraquís que se encuentran en campos de Turquía. Y al margen de ello, la Unión debería reasentar a los que llegaron antes del 20 de marzo.

Más allá de la perversidad moral de intercambiar a unas personas por otras, y de lo ridículo de la cifra de 70.000 nuevos refugiados que Europa se ha comprometido a acoger, ni se ha dotado a Grecia de los funcionarios e intérpretes para tramitar las solicitudes de los que llevan meses esperando o siguen llegando, ni hay un marco legal claro para decidir quién puede ser devuelto.

El papel clave de Turquía

Y todo ello se fundamenta en la consideración de Turquía como país en el que se garantiza la vida a los refugiados. A cambio de los 6.000 millones de euros prometidos a Turquía, se externaliza hasta la frontera turco-siria el muro donde los exiliados serán detenidos por la policía y el Ejército turcos y obligados a regresar a Siria, mientras Turquía readmitiría a los deportados desde Europa. Y Turquía recibe como compensación la supresión de visados a sus ciudadanos para entrar en la Unión, la aceleración de su ingreso en ella y la mejora de las condiciones comerciales en el periodo transitorio, olvidando la deriva autoritaria del presidente Erdogan, que aleja más que nunca a este país de los estándares y requisitos precisos para ingresar en la Unión.

Los distintos gobiernos europeos justifican el pacto con Turquía y la pretensión de cerrar el paso a nuevos refugiados por la insolidaridad de unos y la necesidad de parar a una ultraderecha que crece. Pero con la inacción de la mayoría de los Veintiocho y la incapacidad de crear mecanismos y vías legales de entrada no solo acrecentamos el sufrimiento de los refugiados -a quienes negamos protección al tiempo que enriquecemos a las mafias de las nuevas rutas- sino que alimentamos el caldo electoral de la ultraderecha. Mentimos a la ciudadanía prometiendo, para aplacar a los ultras, mano dura con los que quieran venir y un imposible (y contrario a los principios europeos) cierre de puertas. Y con más fracasos de la UE, más votos conseguirán los que quieren destruirla.