DOS MIRADAS

Padre coraje

Manuel Barbero sigue su cruzada para a romper el muro de silencio alrededor de los abusos a niños del 'caso Maristas'

EMMA RIVEROLA

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Manuel Barbero sigue su cruzada. Ahora más acompañado que cuando sacó fuerza de flaquezas y denunció al pederasta que había abusado de su hijo durante cuatro años. Su valor animó a más víctimas a romper el muro de silencio que la vergüenza y el dolor habían levantado. Con asombro hemos seguido la magnitud del caso Maristas: 42 denuncias contra 12 docentes y un monitor. Tres abusadores confesaron a EL PERIÓDICO. Decenas de víctimas relataron su infierno. Todas las informaciones tienen su momento álgido y, ante la falta de novedades, languidecen. Pero hay algo que no termina, el padecimiento de la víctima y la culpa del verdugo que no asume el mal ocasionado.

Después de pedir justicia en los juzgados, en Bruselas y ante el Papa, Barbero cree que ha llegado el momento de reunirse con los Maristas, con los que no ha vuelto a hablar desde el 2013, cuando su hijo le confesó las agresiones. «Me gustaría que ellos reconocieran antes que no han hecho bien las cosas». La fortaleza y la generosidad de Barbero son admirables. Tanto como penosa es la actitud de los Maristas, que no han sido capaces de reunirse con él y pedirle perdón. Durante décadas, la orden encubrió sistemáticamente a los pederastas. La mayoría de los delitos están prescritos para la justicia, pero el caso no está cerrado. No hasta que los Maristas asuman su culpa y sean capaces de pedir perdón y resarcir a todas y cada una de sus víctimas.