Al contrataque

Todos somos mapas

A veces imagino nuestras venas azuladas como carreteras cuyo tráfico acelera o se ralentiza hasta casi detenerse según lo que nos está ocurriendo

MILENA BUSQUETS

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Alguien dijo, creo que fue Rudyard Kipling, que todos somos islas. Bueno, yo creo más bien que todos somos mapas. Soy una especie de experta en el tema ya que, por un lado, estudié arqueología (y no solo aprendí a interpretar mapas, sino también a dibujarlos) y, por otro, tengo la inmensa suerte de dedicarme a escribir, una labor que consiste esencialmente en descifrar y crear mapas humanos.

A veces imagino nuestras venas azuladas como carreteras cuyo tráfico acelera o se ralentiza hasta casi detenerse según lo que esté ocurriendo en nuestra vida. ¿Quién no ha pasado épocas enteras hibernando, etapas en las que nuestro corazón deja prácticamente de latir para no gastarse inútilmente, esperando el momento en que lo volveremos a necesitar? Y siempre llega ese momento. ¿Y quién no ha oído alguna vez el rumor de su propia sangre (como si fuera un zumbido en los oídos, una palpitación en las muñecas y en las sienes) circulando a toda velocidad por las venas como un río desbocado?

LUGARES Y PERSONAS

Todos somos mapas y, poco a poco, nos vamos convirtiendo en los lugares que hemos recorrido, en las personas que nos han recorrido, en lo que hemos amado (alguna gente, poca, acaba convirtiéndose en lo que ha odiado, por eso es mejor odiar lo menos posible).

Algunos mapas son claros y diáfanos como una flecha y parecen tan fáciles de interpretar como los cuentos con los que aprendimos a leer en el colegio. Otros son en apariencia más enrevesados y complejos, con más desvíos y carreteras cortadas y calles sin salida. Hay mapas aburridísimos de una sola dirección y con un cartel gigantesco arriba que pone «poder» o «dinero», algunas personas los llevan dibujados en la cara.

Hay mapas del miedo que consisten en un solo punto inmóvil y tembloroso. Mapas que llevan siempre al mismo sitio. Mapas que no llevan a ninguna parte. Mapas que ves que van a ser bonitos incluso antes de asomarte a ellos, mapas con caminos despejados bordeados de árboles y cielos altos y azules y el mar centelleando al fondo. Hay mapas verticales que te llevan a las catacumbas (donde a veces es necesario ir de visita, pero no muy a menudo y nunca para quedarse), mapas que te llevan al cielo, mapas falsos que desembocan en otros mapas falsos. Mapas como campos de minas. Existen auténticos mapas del tesoro ocultos bajo vidas en apariencia rutinarias y tristonas y que solo esperan que alguien las escuche para desplegarse. Mapas que te llevan a lugares que creías arrasados para siempre por el tiempo.

Y hay mapas que, finalmente, después de dar muchas vueltas, te llevan de regreso a casa y a la niña que fuiste. Esos son los mejores. Claro.