Análisis

Somos lo que regulamos

Necesitamos menos prohibición en el tema de la regulación del cannabis, parece más que evidente, pero sobre todo necesitamos más prevención

OTGER AMATLLER

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Qué difícil es llevar a la práctica los discursos ideológicos. Las promesas e intenciones que políticos y gobiernos formulan hacia la regulación del cannabis hace meses y meses que navegan por mesas de despachos sin rumbo fijo. Cuando un tema aparece en el foco mediático, partidarios y detractores salen por arte de magia y el tema del cannabis no es un excepción. Las apariciones en prensa, congresos y estudios científicos relacionados con el cannabis se han multiplicado y poco a poco las opiniones se han polarizado de forma significativa.

Opiniones de todo tipo, pero evidencias pocas. Los resultados nos los darán experiencias que ahora mismo están en pleno proceso como las de Uruguay o de algunos estados de EEUU. Pero estos tardarán. Se necesitan años para ver las posibles consecuencias reales. ¿Podemos esperar más tiempo? La presión social es cada vez más fuerte y las consecuencias de la situación de ilegalidad cada vez más evidentes e inasumibles.

OTRO PERFIL DE CONSUMIDOR

Hace pocos días desde la FAD (Fundación de Ayuda a la Drogadicción) publicaba un estudio que reconocía que la mayoría de los jóvenes, pese a conocer los riesgos del cannabis, estaban a favor de su regulación. Y es que el perfil del consumidor de cannabis dista ya mucho del imaginario de persona degradada que solo piensa en consumir de forma compulsiva.

Parece que el Ayuntamiento de Barcelona con un gobierno que prometió cambios no está dispuesto a esperar, y lo celebramos. Esta es la tarea de aquellos que han decidido gestionar lo común, resolver las problemáticas que afectan a los ciudadanos. Y no solo las fáciles y a esperar cuatro años más, sino aquellas también que generan polémica y que no dejan a nadie indiferente.

De acuerdo, pues, nos toca hacer cambios, pero hacia dónde los dirigimos. Sin estas evidencias que tardarán años, y que quizá no son comparables a nuestra realidad, tendremos que tener prudencia pero ser valientes. Los cambios necesitan de esta valentía no exenta de riesgos y daños. Y este es un tema que necesita mucho de lo primero y va sobrado de lo segundo.

CONTROLAR EL MERCADO NEGRO

Discursos se pueden hacer muchos, pero más allá de lo que decimos, en la realidad somos lo que hacemos, en este caso, lo que regulamos (y también lo que no regulamos). Y esto quiere decir que las palabras tienen que acabar convirtiéndose en leyes, ordenanzas y acciones. Acciones no solo para controlar y reprimir, sino también para gestionar y ordenar y aún más allá para prevenir y orientar.

¿Cuánto dinero se dedican a controlar el mercado negro? ¿Y cuánto a la prevención escolar, familiar o de reducción de riesgos? En este país recibir herramientas y habilidades preventivas no es un derecho sino simplemente una motivación de un ayuntamiento, de un director de instituto o de una oenegé. Con la crisis, con datos del plan nacional sobre drogas, el número de alumnos de secundaria que reciben prevención de drogas ha pasado de cerca de los dos millones a tan solo 700.000. Y si no reciben formación y sensibilización de profesionales, ¿quiénes son sus referentes en el tema? Pues en la mayoría de casos el referente de un joven que fuma porros es un joven que fuma más porros que él. Y con esta carencia la Administración también debe dar una respuesta.

Necesitamos menos prohibición, parece más que evidente, pero sobre todo necesitamos más prevención. Corremos cuando el problema ha aparecido pero poco dedicamos para que nunca aparezca. A veces me parece que somos una sociedad un poco masoquista.