Cinco años después del 15-M, ¿ya nos representan?

SISCU BAIGES

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Se cumplen cinco años de las grandes concentraciones en plazas de toda España que han convertido la fecha del 15 de mayo en un emblema de la revuelta ciudadana. En las asambleas y manifestaciones convocadas a partir de esa fecha se popularizaron una serie de lemas: "Que no nos representan, que no, que no nos representan", "El PSOE y el PP, la misma mierda es", "No somos mercancía en manos de políticos y banqueros",...

La crítica a la clase política era global, sin muchos matices o ninguno. Una de las caras más visibles del movimiento, Pablo Iglesias, lo verbalizaba contraponiendo la casta de los políticos con la gente de la calle.

Una semana después del 15-M del 2011, el PP ganaba de calle las elecciones municipales y autonómicas. Medio año después lograba la mayoría absoluta en el Congreso y el Senado con la que ha venido gobernando como ha querido hasta ahora.

Han pasado cinco años y las últimas convocatorias electorales han supuesto un giro considerable en las inclinaciones de los votantes. Podemos, la opción política liderada por Iglesias, que se puede considerar la heredera natural del 15-M, ha entrado en escena con mucha fuerza. En las elecciones europeas del 25 de mayo del 2014 consiguió 1.250.000 votos y cinco eurodiputados. En las municipales de un año después, candidatos que contaban con su apoyo se hacían con las alcaldías de Madrid, Barcelona, Zaragoza, Coruña, Santiago o Cádiz.

Cabe, pues, preguntarse si, cinco años después, el grito de "No nos representan" ha dejado de tener sentido en las concentraciones conmemorativas del quinto aniversario del inicio de aquellas movilizaciones.

El 15-M nació para combatir el capitalismo y el sistema neoliberal, Después de un lustro tiene representantes en el Congreso, los parlamentos autonómicos y los consistorios de muchas ciudades. El sistema neoliberal, sin embargo, no da señales de batirse en retirada. Las desigualdades sociales, el reparto injusto de la riqueza, la violencia y la discriminación de muchos colectivos, continúan vigentes; a veces, más descarnados que nunca.

Para los millones de personas que se movilizaron el 15-M era intolerable que los políticos del momento no les representaran.

Si ahora que, teóricamente, tienen políticos que los representan llegan a la conclusión de que nada cambia, la confianza en la eficacia y la utilidad del sistema democrático se resentirá.