El espíritu de Cruyff

El espíritu de Cruyff

Rakitic, entre Doucoure y Pérez durante el  partido de Liga entre el Granada y el Barça.

Rakitic, entre Doucoure y Pérez durante el partido de Liga entre el Granada y el Barça. / periodico

DANIEL VÁZQUEZ SALLÉS

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Tendrán que esperar los madridistas a celebrar su particular Tenerife. El guion parecía marcado, pocos equipos son capaces de recuperar el tono anímico tras perder 12 puntos en ocho jornadas, pero el Barça reaccionó como lo hacen los equipos sobrados de talento  y se adueñó de un campeonato liguero en el que unas jornadas antes pintaban bastos.

Con la consecución de su título 24º, el Barça ha matado dos pájaros de un tiro. Primero, las dudas que puedan tener algunos culés cara al año que viene, y segundo, quitarse de encima el síndrome Udo Lattek que venía arrastrando la institución desde la Liga 81-82. Aquella temporada, el Barça perdió incomprensiblemente el título, cuando a falta de cinco jornadas, llevaba cinco puntos de ventaja sobre el segundo, la Real Sociedad de ArconadaZamora Satrústegui.

FIELES A UN ESTILO

El Barça es justo vencedor. De los candidatos al título, ha sido el único que se ha mantenido fiel a un estilo basado en el fútbol lírico. El Atlético de Madrid también es fiel a un estilo, el simeonismo, pero este resulta bochornoso para los que se gastan un puñado de euros con la intención de hacer del fútbol la diversión que les permita salir de vez en cuando de la rueda del hámster. Y en cuanto al Real Madrid, a estas alturas del campeonato y con la Undécima a punto de caramelo, nadie sabe a lo que juega el equipo dirigido por un entrenador que parece que no quiera serlo.   

Los que anteponemos la Champions a los demás torneos, nos ha costado un poco disimular cierta apatía hacia esta Liga. Un sustantivo pasajero e injusto hacia una institución que ha dejado de funcionar como una escopeta de feria. El mejor antídoto para curar esta indolencia me lo recomendó un amigo. “Haz un tour informativo por las cadenas de ámbito nacional y volverá la sangre a tus venas”, me dijo.  Y tenía razón. Había tantas ganas de dejar en evidencia al Barça como ideología futbolística y social, -ellos, acostumbrados a ganar por derecho divino-, que gran parte de los periodistas parecía que estaban tomando una ronda de cañas en El Chiringuito de Jugones. Mucha rauxa y poco seny, aunque haya algunos, como el jefe de esa secta de fanáticos,  que enfatice las palabras como si estuviera  leyendo Las Tablas de la Ley dictadas por el dios del fracking.

UN ESPÍRITU REAL

Releyendo este último párrafo, me acuerdo de una secuencia de la película Risky business, un clásico cinematográfico entre los que fuimos jóvenes en los 80,  en la que el protagonista, Joel Goodson, le dice al académico que le está entrevistando con el fin de poder entrar en la universidad: “Hay una cosa que he aprendido con los años, y es que de vez en cuando hay que saber decir: ¡pero qué coño!” Pues sí. De aquí a 25 años, cuando los de mi generación hablemos del fútbol con el tono agrio de una cebolla, este Barça será recordado como el Real Madrid de los 50, el Brasil de 1970, la selección de Holanda de 1974 o el Milán de Arrigo Sacchi.

Antes del partido, un periodista ha declarado que el Barça debía agarrarse al espíritu de Cruyff y me ha gustado la idea. Si el espíritu de Juanito fue inventado por un especialista del merchandising político,  el espíritu de Cruyff es real y es el que le ha quitado al equipo aquella pátina perdedora que hace la friolera de 35 años hizo perder una liga que el FC Barcelona tenía ganada a falta de cinco jornadas.

Y es que de vez en cuando hay que saber decir: ¡pero qué coño!