INTANGIBLES

¿Y si cerramos el negocio?

CARLOS OBESO

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Captó mi curiosidad un comentario de Laura, propietaria de una Vermutería, cuando me dijo que a veces tiene ganas de cerrar el negocio por las dificultades para encontrar personal y retenerlo. Perplejidad por mi parte. Si el desempleo juvenil es tan alto como se dice y el sector de la restauración sólo contrata a jóvenes, ¿no tendría que tener Laura una cola de aspirantes para trabajar en su Vermutería? Admitiendo que en el sector hay precariedad, ése no es el caso de Laura que paga salarios decentes y cumple con lo estipulado en el contrato. Entonces ¿Qué está ocurriendo?

Comenzaré por una rareza. Aunque, en España, casi 4 millones y medio de personas trabajan en el sector de la restauración, la mayoría como camareros (el 20% de la población activa), en realidad no son camareros de oficio. Curiosamente, para un país turístico, es una especie en vía de extinción. Quien trabaja de camarero, lo hace, en general, de paso hacia otras profesiones.

Vayamos ahora a los parados jóvenes. Entre ellos, encontramos hasta tres categorías: 1) los que están bien preparados, buscan activamente un empleo y tarde o temprano lo encuentran, 2) los que están mal preparados y es difícil que lo encuentren y 3) los personalmente inquietos que no se sienten motivados para encontrar una ocupación regular. Son estos últimos los que mayoritariamente se acercan a la Vermutería de Laura. Son fiel reflejo de una ideología liberal,  que está acabando con los relatos comunitarios en los que el trabajo se entendía como un deber hacia la sociedad, llevado a cabo por trabajadores de carácter, comprometidos con su oficio.

Hoy, se anima a los jóvenes a tener “proyectos individuales”, a ser “emprendedores”, y los que finalmente lo hacen, los  inquietos, que lo son por convicción o por pura necesidad, utilizan los recursos a su alcance para lograrlo: sea un trabajo de camarero o el cobro de un subsidio como palanca para su proyecto. En ambos casos, se trata de medios para un fin. En ese sentido, su compromiso con el trabajo, en la Vermutería por ejemplo, será instrumental, nunca un deber, de la misma forma que el cobro de un subsidio no le planteará la obligación de buscar un trabajo a corto plazo, aunque lo simule, sino que lo entenderá como un derecho derivado de  ser un individuo con un proyecto, no por ser un trabajador.

Por último, si esa misma ideología liberal se preocupa, fundamentalmente, en catalogar a los jóvenes como consumidores, pero no como trabajadores, ¿no tiene una cierta lógica que un joven entienda que lo moralmente correcto es consumir durante el fin de semana, en vez de trabajar en la Vermutería de Laura que, precisamente, hace su negocio durante los fines de semana? Al final, quizás Laura decida que contratar a no nacionales sea una buena solución. Les paga lo mismo pero, al tiempo, gana en lealtad. Pura lógica empresarial.