Al contrataque

Ya soy del Barça

He descubierto el espectáculo más excitante y más bonito del mundo, pero un pequeño nubarrón ha venido a ensombrecer mi nueva pasión

MILENA BUSQUETS

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Me ha costado casi toda una vida aficionarme al fútbol. Mi abuelo era socio del Barça, mi hermano no se perdía ni un partido y el humor de muchas de las personas que venían por casa dependía de lo que hubiese hecho el equipo el fin de semana anterior. Recuerdo a Ana María Moix jugando a póquer y viendo a la vez un partido de fútbol bajo la mirada indignada de mi madre, que consideraba que no había nada más importante en el mundo que sus timbas y que no debían ser interrumpidas bajo ningún concepto. «Milena, te advierto de que si tienes la poca delicadeza de ponerte de parto mientras estoy jugando a cartas, no podré venir al hospital», me dijo, medio en serio medio en broma, una tarde antes de ponerse a jugar y habiendo yo salido de cuentas. Como (a veces) soy el colmo de la buena educación y como en casa siempre nos hemos tomado el juego (y todos los juegos) muy en serio, esperé a que acabase la partida, y mi hijo Noé nació a primeras horas del día siguiente.

Yo había visto innumerables partidos de fútbol, pero, en realidad, hasta hace un par de meses no había visto ninguno. Para mí ver un partido de fútbol consistía en sentarse resignadamente en un sofá con amigos alrededor y una cerveza en la mano, y empezar a pensar en mis bobadas con la mirada fija en la pantalla. A veces me quedaba tan ensimismada que los goles me causaban un gran sobresalto, pero las alegrías de mis amigos son mis alegrías, así que me quedaba siempre hasta el final y celebraba con ellos sus éxitos.

El espectáculo más bonito

Y de repente, un día, no sé por qué, estando sola en casa, encendí la televisión y me quedé mirando un partido de fútbol. Y de repente vi como Messi y sus compañeros se acercaban al área del contrario a toda velocidad sorteando obstáculos y haciendo cosas absolutamente increíbles con la pelota. Y me pareció el espectáculo más excitante y más bonito del mundo. Y acabé gritando sola.

Así que ahora soy del Barça (de momento no me interesa ningún otro equipo, soy de amores exclusivos), me preocupan el estado anímico de Messi y los peinados de Neymar como si fuesen miembros de mi propia familia, no me pierdo ni un partido y hablo alegremente de fútbol con todo el mundo.

Solo un pequeño nubarrón ha venido a ensombrecer mi nueva pasión. Yo ya imaginaba tardes memorables con mi hijo adolescente (que casi no me habla) y con mi hijo pequeño (que no hace otra cosa que hablarme) viendo partidos de fútbol, comiendo palomitas e indignándonos y entusiasmándonos a la vez, y ayer, el pequeño, muy formal, me comunica que ya no es del Barça, que ahora es del Atlético de Madrid. Qué efímera es la felicidad.