TRIBUNA

Necesitamos más industria

ENRIC CROUS

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Entre las características para que un país sea considerado rico y sea motor de la Europa del siglo XXI hay dos que, según mi opinión, son determinantes: su nivel cultural medio y el nivel cuantitativo y cualitativo de su industria. 

La cultura, en el sentido amplio del término, es capital para el desarrollo de un país y de sus ciudadanos, siendo el nivel de formación un aspecto de la cultura vital para el desarrollo económico de un país, de su gente, sus servicios y, de manera especial, de su industria, la cual se nutre de esta gente.

Desafortunadamente, Catalunya ha visto disminuir durante los últimos años -a causa de la crisis que se ha padecido- el número de industrias y su importancia dentro del ránking internacional, con la desgracia de que, con mucha frecuencia, cuando se cierra una industria no se crea una de nueva. Así disminuye el peso del sector industrial en el contexto económico global.

Sin menosprecio al sector de los servicios (uno de los grandes motores de la actividad de Catalunya) ni para el sector de la construcción (dañado por la burbuja inmobiliaria que inició la crisis del 2007), es la industria manufacturera la que más ha padecido y la que ha de ayudar a recuperar el nivel económico del país y, en consecuencia, el nivel de empleo.

Es cierto que la tecnología ha destruido un importante número de puestos de trabajo a la vez que ha creado (en menor número) otros de mayor nivel y calificación, pero no es menos cierto que la crisis que hemos vivido, y no sé si ya estamos dejando atrás, ha reducido sensiblemente el diferencial (gap) de retribuciones frente a las de países a los que los últimos años se ha trasladado la actividad manufacturera que antes se hacía aquí. Se debe, en parte, por el incremento de los costes salariales en los países asiáticos, donde se ha hecho buena parte de la producción que antes se hacía aquí.

A todo ello hay que añadir el reciente fenómeno migratorio hacia la Europa continental, lo que me lleva a pensar si tiene sentido que la industria vuelva a sus orígenes, de donde nuca debió salir.

Pese a que la logística ha hecho que países muy alejados sean aún más competitivos que nosotros, la tecnología, la reducción de costes energéticos, la supresión del papeleo para obtener licencias y la disponibilidad de mano de otra cualificada con retribuciones y cotizaciones de nuevo muy competitivas, podría ayudar a frenar la marcha de factorías y/o regresaran empresas/fábricas que se había deslocalizado o, incluso, habían desaparecido.

Es cierto que la industria del futuro será distinta de la que tenemos hoy y que cada día veremos más robots, más ordenadores, más diseño y menos mano de obra. Por lo tanto, será importante ver cómo se resuelve el problema del desorbitado número de parados y cómo repartimos el poco o mucho trabajo disponible en el país. Pero si somos capaces de recuperar y/o crear nuevas industrias, todo puede ser más fácil, ¿no?

Si aparte de de las ayudas que se dan al sector turístico, obra pública y servicios, hubiera algo más de ayuda para industria quizá también mejoraríamos el número de empresas y puestos de trabajo ofrecidos para crear entorno a la actividad industrial, más empleo en sectores auxiliares de la industria. Así mejoraríamos, sin ningún género de dudas, la competitividad de nuestro país.

Hay que confiar en que la actividad industrial vuelva a crecer en nuestro país como buena señal de la deseada recuperación.