La rueda

Se acabó la ilusión

Un estado de ánimo pesimista favorece al conservadurismo, sea del color que sea

CARLOS ELORDI

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Aunque las empresas de sondeos no se molesten mucho en tratar de detectarlo, entre la gente con la que uno habla se extiende una creciente decepción por la política, cuando no un profundo pesimismo respecto del futuro de la misma. La sensación de que algo podía cambiar que generaron los resultados del 20-D en los más variados ámbitos de opinión se ha difuminado totalmente.

Y muchos ciudadanos ahora solo esperan que lo que vaya a pasar -que les importa cada vez menos- no empeore su situación individual o la de su familia. En la nueva campaña electoral que se vislumbra en el horizonte, los partidos políticos lo tendrán muy difícil para animar a la gente. Porque se han acabado las ilusiones. Ese estado de ánimo, consecuente con el espectáculo de inanidad que han dado los líderes políticos en los últimos tres meses, favorece inevitablemente a las opciones conservadoras o, si se prefiere, al conservadurismo, sea del color que sea.

No tanto porque pueda producirse un cambio sustancial del panorama electoral, que no parece, aunque una abstención cuantiosa podría modificar bastante las cosas. Sino, sobre todo, porque las propuestas destinadas a la mantener el 'statu quo', a que las cosas sigan como siempre, encontrarán menos resistencias tras unas segundas elecciones que mucha gente percibe como un fracaso de los proyectos de cambio.

En estos momentos es aventurado pronosticar cómo se concretarán esas tendencias, que apuntan claramente hacia una 'gran coalición' de los mayores partidos. No se sabe qué condiciones que hasta ahora no se han dado para propiciar un gobierno en el que estuviera el PP se verificarán a la vuelta del verano. La dimisión de Rajoy tras haber encabezado la lista electoral de su partido o un cambio de actitud en la dirección del PSOE, con o sin previa dimisión de su líder, podrían ser las claves.