Amistades verdaderas, amistades falsas

Unidos por Johan Cruyff

Unidos por Johan Cruyff / periodico

ALBERT GUASCH

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Vimos la histórica hilera de presidentes y vimos saludos fugaces. Sandro Rosell pareció preguntarle cómo estaba a Joan Laporta, el hombre al que demandó, al tiempo que le frotaba la espalda con la mano. No fue una escena tierna. Pudo ser peor, claro.

Núñez, cuentan, pareció emocionado al pisar de nuevo el palco, pero a la vez incómodo, como si el lugar le resultara extraño. Debe de suceder cuando visitas un piso que habitaste muchos años en el pasado. Les pasa a los expresidentes de Estados Unidos. Se suelen mirar el despacho oval con perplejidad, como si les costara reconocer el escritorio de madera o la chimenea. Quizá Núñez se siente incómodo ahora en cualquier espacio público.

Gaspart siempre le gusta dar la sensación de ser amigo de todo el mundo y de proclamar solemnemente que se lleva bien con cualquiera que le convenga. No obstante, esta vez la fraternidad plena era un desafío imposible incluso para él. De punta a punta de la fila, ocho apellidos presidenciales de compenetración compleja. Los odiosos ocho, que diría Tarantino.

Johan Cruyff, que como todo el mundo sabe les quitó el sueño a unos cuantos del grupo, logró desde el más allá que posaran para una fotografía magnífica. Pero se diría que nadie se lleva a engaño y que la prolongación de la fotografía resulta más improbable que un gol de Mascherano, el actual 14 del Barça. Cada uno irá a la suya. Y las cuitas seguirán. No en vano sigue en curso una querella que debería haberse retirado hace mucho tiempo.

Es evidente que este sábado no era día de reproches. Ya volverán si se tercia, que se terciará. Forma parte del ADN del Barça. Tanto como los colores de la camiseta. Nadie pedía declaraciones de amistad eterna. Sí, al menos, un trato civilizado. Parece que se consiguió.

CARIÑO VERDADERO POR JORDI

El club escenificó amistad con el emir de Catar, Bin Jalifa Al Thani, y su hijo Sheikh Abdullá, ambos invitados de lujo en el palco. Esperemos que se divirtieran, que Bartomeu y los expresidentes con más tratos con el cuestionable país del Golfo les atendieran bien y que la comida en el intermedio fuera de su agrado. Deben financiar buena parte de la reforma integral de ese estadio que ayer acabó decepcionado. Se hacen de rogar para la renovación de un patrocinio que parece incomodar a pocos de la fila de marras, tan pragmáticos.

Jordi Cruyff concentró atención y cariño. Posiblemente, de forma más sincera que nadie. Se ganó elogios durante el parlamento de homenaje a la figura de su padre. Merecidos. Oficializó la siempre inasible unidad. Solo él estaba en potestad de declararla. Y estuvo grande y noble.

Jordi irradiaba ayer serenidad y autoridad. Viéndole desenvolverse en el palco, manteniendo la compostura en el maravilloso y conmovedor tributo organizado antes del encuentro, costaba poco imaginarlo como el próximo secretario técnico. De todos, en ese teatro de las impostadas amistades, era quien de verdad inspiraba ganas de hacerse amigo.