Solidaridad en modo Zara

MIQUEL CARRILLO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El que me vuelva a hablar de los valores de Europa, le muerdo un ojo. Europa, a la que apelamos como si no fuéramos y la hiciéramos nosotros mismos, lo que tiene es un puñado de eslóganes publicitarios, en los que alguna vez creyó como si fueran su razón de ser. Se quedaron arrumbados al fondo del armario y ahora los busca (los buscamos, perdón), como lo hacemos con la ropa vieja en los carnavales, para disfrazarnos de quien quisiéramos ser. Pero claro, todo no pasa de ser una chirigota y se nos ve el cartón de lejos. Ropa o valores que ya no usamos pero que encomendándosela a las carmelitas de Badalona, parece que vuelve a cobrar vida. Eso si consiguen juntar un parque móvil de furgonetas lo suficientemente grande y deshacer la ruta de la seda.

Por supuesto que la gente da lo que tiene, ahí está, justo. No da la confianza que no tiene en un sistema político europeo y en su administración, que está cometiendo una de las peores fechorías que se recuerdan, y que los medios no dejan de recordarnos día a día, amplificando cualquier iniciativa en la parroquia más lejana. No quiere ni mirar a un gobierno central que como el perro del hortelano, ni hace ni deja hacer: a saber qué le estará diciendo la güija en el Valle de los Caídos o el ángel Marcelo al ministro del Interior, pero la inacción política es deplorable e inexplicable para los mortales. El riesgo, por otro lado, de que la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona lo utilicen simplemente para señalar a Rajoy de nuevo como el malo de la película, y que con eso queden satisfechos, se masca en el ambiente. El consistorio barcelonés ha hecho algunos movimientos políticos interesantes, en clave de diplomacia de ciudades y de prever mecanismos de acogida, pero no acaba de coordinar o de transmitir una hoja de ruta que otros municipios más pequeños pero con menos fuerza, agrupados alrededor del Fons Català de Cooperació, sí apuntan.

Las oenegés lo que quieren es dinero, ya se sabe, y encima dando lecciones y reprochando al personal que se alivie la conciencia con los trapos que ya no usa o a golpe de cartones de leche. Tampoco nos vamos a poner medallas, que la gente llene una y otra vez containers de ropa sin gasolina para moverlos, en una reinterpretación moderna del mito de Sísifo, tiene que ver con nuestra incapacidad de explicar, proponer y movilizar.

El resultado es que actuamos como consumidores, no como ciudadanos, limpiando cajones y rebuscando en los altillos lo que ya no nos sirve. A la manifestación del próximo lunes ante la sede del partido que sustenta el actual gobierno (en funciones) no iremos, porque de eso ya parece que no nos queda. Y además, exigimos ver las consecuencias de nuestros actos ahora, ya, apretando un botón, como en cualquier videojuego, no dentro de un tiempo con no-sé-qué-proceso-súper-aburrido.

Ahora que se habla tanto de desobedecer al Tribunal Constitucional y de tirar por la calle del medio, a lo mejor habría que empezar haciéndolo con el flete de un barco hacia Ítaca, esta vez literalmente. En esto y en todo lo demás, la cuestión es si tenemos la décima parte del coraje y la convicción de los que huyen de la guerra con toda su vida en un fardo, a quienes ningún acuerdo entre la UE y Turquía detendrá.

Europa se fundó para evitar la próxima guerra entre los europeos, pero vino otra guerra en casa de los vecinos y se fue todo al garete. Las tablets de historia dirán que para entonces, Zara y Decathlon, que se habían hecho de oro dando salida a todo su 'stock' vía Idomeni, ya habían levantado otra república, eso sí, solidaria.