De la cal viva a la calma chicha

Las debilidades internas de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez conceden otra oportunidad a un diálogo entre Podemos y PSOE incierto pero ineludible

Iglesias y Sánchez, el pasado 5 de febrero en el Congreso de los Diputados.

Iglesias y Sánchez, el pasado 5 de febrero en el Congreso de los Diputados. / JOSÉ LUIS ROCA

Enric Hernàndez

Enric Hernàndez

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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias vuelven a verse las caras este miércoles, casi un mes después de la frustrada investidura del primero y de las cajas destempladas del segundo. Una vez el PSOE dio prioridad absoluta al acuerdo con CiudadanosCiudadanos y Podemos dinamitó los quebradizos puentes construidos, ambas partes tenían que tomarse su tiempo antes de explorar algún tipo de acercamiento que pueda impedir, eventualmente, la repetición de las elecciones generales.

La conversación teléfonica entre Sánchez e Iglesias inició un tímido deshielo y abrió la puerta a unos contactos discretos entre representantes del PSOE y Podemos que aún no permiten presagiar un entendimiento, pero sí al menos la voluntad de intentarlo. Como telón de fondo, las turbulencias internas en los dos partidos y la necesidad de ambos líderes de no aparecer ante el electorado, en caso de llamada a las urnas, como culpalbles del desencuentro.

El golpe de mano que dio Iglesias al destituir al secretario de organización de Podemos, hombre de confianza de Íñigo Errejón, sacudió los cimientos de una organización demasiado joven para haberse habituado a los gestos de autoridad propios de los partidos tradicionales. Supo el líder podemita embalsar el conflicto al proponer como nuevo número tres al crítico Pablo Echenique, pero la crisis larvada y el riesgo de dispersión de las confluencias territoriales sobre las que Podemos cimentó su meritorio resultado no son buenas credenciales para someterse al veredicto ciudadano. De ahí que, salvo sorpresas, el discurso de la cal viva ceda paso a unos días de cierta calma chicha en la interlocución con el PSOE.

Incierto, ineludible

A su vez, las filtraciones no desmentidas acerca del propósito de Susana Díaz de disputar el liderazgo a Sánchez amenazan con recrudecer las hostilidades internas y debilitar al aspirante socialista. No tendrá mejor baza que la presente para alcanzar la Moncloa.

La suma de ambas debilidades, junto al pragmatismo exhibido por Albert Rivera, otorgan una oportunidad a un diálogo incierto pero ineludible. Si quienes nos representan son incapaces de transaccionar habrán dejado de representarnos.