Análisis

La derrota de la inteligencia

Daesh conoce a la perfección las sociedades e instituciones europeas y se aprovecha de ello

Una mujer abre su maleta en Bruselas.

Una mujer abre su maleta en Bruselas.

JORDI MORERAS

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De nuevo, indignación, dolor y rabia. Esta vez ha sido Bruselas, y quién sabe dónde será la próxima vez. Vivimos en permanente estado de alerta, tal como nos recuerdan nuestros líderes políticos, ante una amenaza que no cesa, y que ya queda claro que no puede combatirse inundando las calles de soldados y policías. Tal es la urgencia por querer encontrar explicaciones de lo sucedido, que los balances se llevan a cabo antes incluso de que desaparezca el humo causado por las explosiones. Aceptando la sinrazón de los actos terroristas (que a pesar de todo hay que analizar de forma fría y racional), nos preguntamos por qué no hemos podido evitarlos. La seguridad total no existe, repiten nuestros líderes europeos, mientras proclaman que vivimos en un estado de guerra, proponiendo únicamente reforzar las medidas de seguridad, y sin capacidad para poder evitar la propagación del virus de la sospecha respecto a las poblaciones musulmanas en Europa.

Una parte del balance que hay que hacer tiene que ver con la idea de la inteligencia que hemos de aplicar para salir de esta situación insalubre para las conciencias democráticas. Y ello significa establecer una comparación con respecto a la inteligencia que aplican los causantes de estos actos terroristas. Los terroristas siempre irán dos pasos por delante de los servicios policiales, y no porque hayan suprimido las cláusulas morales que evitan el uso indiscriminado de la violencia, sino porque dedican mucho tiempo a conocer las acciones y reacciones de las sociedades que atacan.

'OUTLET' ARMAMENTÍSTICO

Daesh conoce a la perfección las sociedades e instituciones europeas, y se aprovecha de ello. Conocen los efectos sobre la opinión pública europea de ataques indiscriminados, de sencilla factura y preparación, y que logran un amplio impacto. Se aprovechan de la incapacidad de los líderes occidentales para responder a su dominio territorial en Siria e Irak, más allá de limitarse a vaciar su 'outlet' armamentístico sobre objetivos secundarios. Son conscientes de las vacilaciones de Europa para definir una política común de defensa interior sobre la base de Schengen. Sacan partido de las flagrantes contradicciones en la defensa de los principios europeos, cuyo ejemplo más doloroso está siendo la crisis de los refugiados. Y conocen la ansiedad social en la que viven muchos sectores de las poblaciones musulmanas europeas, profundamente desilusionados frente a una Europa que sigue insistiendo sobre su excepcionalidad y falta de integración.

La combinación de todo este conjunto de informaciones hace las delicias a los estrategas del Daesh, y muestra hasta qué punto hemos mostrado públicamente nuestras debilidades. Mientras, nosotros apenas sabemos de sus mecanismos de penetración en Europa, todavía no tenemos claro qué significa hablar de radicalización, y no tenemos certeza alguna de que las medidas de seguridad sean realmente efectivas. Y, mientras también, los hijos del islam europeo continúan siendo seducidos por una ideología que se siente fuerte.