Al contrataque

Gracias, pero no

REFUGIADOS

REFUGIADOS / periodico

ANA PASTOR

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«Gracias, pero no». Esta frase podría ser el resumen de la carta que ha enviado Mariano Rajoy al Ayuntamiento de Barcelona sobre la propuesta de acogida de refugiados en la capital catalana. Bien es cierto que el presidente se dirige a la alcaldesa Ada Colau en un tono muy amable agradeciendo varias veces la generosidad. En la misiva, Rajoy deja bien claro que cualquier decisión (y, por tanto, parálisis) sobre los refugiados le corresponde al Ejecutivo central por lo que no pueden empeñarse más en echar una mano. «Es un imperativo trabajar hombro con hombro».

Suena bien sino fuera porque no sé está haciendo nada. Porque la lluvia de Idomeni ha empapado la poca vergüenza que nos queda ya como europeos y ha inundado la esperanza de quienes están allí esperando a que los gobiernos civilizados hagan algo. Que se muevan de una vez para no fallecer, por ejemplo, de una pulmonía tras haber sorteado una muerte segura en Siria.

¿Cómo es posible que varias Administraciones en España estén ofreciendo recursos e infraestructura para la acogida y se rechace? (y más de 3.000 personas se hayan apuntado en Barcelona al proyecto Ciudat Refugi para colaborar de distintas maneras) ¿Cómo es posible que las alcaldías de Barcelona y Atenas lleguen a un acuerdo para acoger a más de cien personas y con la carta de Rajoy ese pacto quede en suspenso porque traerlos sin el beneplácito del Gobierno pondría en riesgo el estatus de refugiados que les corresponde? ¿Qué pasaría si un ejecutivo europeo, al estilo de Canadá, decidiera romper esta dinámica inhumana y anunciara que ellos sí van a acoger a cientos de miles de personas como se comprometieron en un principio? ¿Qué pasaría si los gobiernos dejaran de excusarse en hacer las cosas de manera colegiada, se coordinaran y cumplieran? ¿Qué pasaría si fuéramos los primeros en anunciar que nos convertimos en un lugar más decente que no mira para otro lado?

ABANDONO DE LAS ORGANIZACIONES HUMANITARIAS

No hay respuestas y las malas noticias se multiplican. Las organizaciones que están en el terreno atendiendo a los refugiados (Médicos Sin Fronteras, ACNUR y Save the Children) han anunciado que abandonan el campo de Moria porque tras el acuerdo con Turquía para realizar expulsiones no quieren convertirse en cómplices de las detenciones.

Hablo con Paula Farias, de Médicos Sin Fronteras, que lleva años luchando contra todo tipo de dramas. Me dice: «La respuesta institucional que se ha dado hasta ahora ignorando los principios sobre los que construimos Europa nos retrata. Pero saltarnos las leyes del derecho internacional humanitario además nos deslegitima y nos convierte en una voz a la que ya no merece la pena escuchar».