EL AMFITEATRO / UNA MIRADA AL OTRO (2)

El refugiado Walter Benjamin

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ROSA MASSAGUÉ

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Con <strong>'Der Kaiser von Atlantis' </strong>Viktor Ullmann presentaba el terror de un proyecto criminal a gran escala como fue el nazismoEl Festival por la Humanidad de la Ópera de Lyon prosigue con una entrega contemporánea que, arrancando de aquella barbarie de los años 30, plantea otro tema de la máxima actualidad, el de los refugiados personificado en el filósofo alemán de origen judío Walter Benjamin.

'Benjamin, dernière nuit' (Benjamin, última noche'), compuesta por Michel Tabachnik con libreto de Régis Debray, fue un encargo de Serge Dorny, el director del teatro lionés. Acabada en el 2012, no ha sido hasta esta edición del festival que ha visto la luz.

La ópera narra las últimas horas de Benjamin, uno de los máximos representantes de la Escuela de Fráncfort, quien, en su huida del nazismo a pie por los Pirineos y en su búsqueda del lugar en el mundo que no había encontrado en ninguna de las capitales europeas en las que había vivido, pone fin a sus días, el 26 de septiembre de 1940, en un hotel de Portbou, el Hotel de Francia en la entonces llamada Avenida del General Mola, número 5, mientras espera el salvoconducto que le permitiría llegar a Lisboa y de allí a EEUU.

EL LIBRETO // En la ópera, Benjamin llega al hotel con una maleta de la que extrae dos cosas. Un frasco con píldoras de morfina con las que se suicidará y un dibujo de Paul Klee, el 'Angelus Novus'. El cuadro nunca llegó a Portbou, pero ponerlo en la maleta con la que el pensador llega al pueblo fronterizo le sirve a Debray para ir dibujando el personaje. Representa una figura de la tradición hebrea. El filósofo lo había adquirido en 1921 y para él era el Ángel de la Historia que percibía el apocalipsis hacia el que se dirigía el mundo. Este 'ángel nuevo' también dio nombre a una revista de pensamiento que publicó el filósofo.

La ópera tiene una estructura aparentemente muy socorrida. Tras acomodarse en la habitación, cansado y desesperanzado, Benjamin empieza a tomar la morfina. En el estado de somnolencia en el que se sumerge va recordando a amigos y discusiones del pasado. Sin embargo, no se trata de una simple evocación de momentos vividos. Debray consigue recrear el pensamiento del filósofo mediante estos recuerdos. Y también el rico clima intelectual e ideológico de los años 30, lleno de intercambios y colaboraciones entre artistas, pensadores y militantes. Mientras un actor interpreta a Benjamin en la realidad del hotel de Portbou, un cantante es el Benjamin del pasado.

Así aparece Arthur Koestler, el autor de 'El cero y el infinito'; la comunista Asja Lacis de quien el filósofo estaba enamorado y que acabó en un gulag; Gershom Scholem, un amigo sionista místico; el dramaturgo Bertolt Brecht; Max Horkheimer, el director del instituto de ciencias sociales donde se originó la Escuela de Fráncfort, y la filósofa Hannah Arendt, gran defensora de la obra de Benjamin.

Dejo para el final al escrito francés que sería premio Nobel André Gide porque la escena del encuentro con Benjamin es una perfecta parábola de la actitud de Europa con los refugiados. El filósofo, que había difundido la obra del escritor en Alemania, visita a Gide en su casa de París para pedirle una firma en un documento que le permita establecerse en Francia. El francés le recibe tocando un 'Nocturno' de Chopin al piano y aparenta conocerle apenas. No se da por aludido cuando el alemán le explica el motivo de la visita. Tras una conversación insustancial Gide le despide diciendo que no quiere "robarle mucho de su tiempo" y añade que le espera un cordero traído directamente de Normandía y le explica que "debe cocinarse lentamente durante ocho horas para que se deshaga en la boca". Benjamin se queda solo.

Este desfile de personajes explica el desencanto de Benjamin con el judaismo, con el comunismo y también descubre la insolidaridad de quienes apreciaba, no solo la de Gide, también la de Horkheimer. De ahí al suicidio queda poco margen, pero sus ideas perviven. El Benjamin actor, el de aquel presente en Portbou, muere en la cama del hotel. El Benjamin cantante, el del pasado, sigue escribiendo fuera del cuadrilátero central.     

LA PARTITURA // Michel Tabachnik es bien conocido como director de orquesta. Lo es menos como compositor y ésta es su primera ópera. Ha estado en estrecho contacto con grandes batutas de la segunda mitad del siglo XX, como Herbert von Karajan, Pierre Boulez de quien fue asistente, e Igor Markevitch de quien también fue asistente cuando era el director de la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española.

Gran conocedor de la música contemporánea, ha estrenado numerosas obras de diversos autores, en particular de Iannis Xenakis. Para su ópera sobre Benjamin ha renunciado a la electrónica para montar una partitura que él mismo dice ha salido de las enseñanzas de los maestros del siglo XX y cita, además de Boulez y Xenakis, a Debussy y Stravinski.

En 'Benjamin, dernière nuit' hay música tonal y atonal, hay citas de compositores del pasado (el mencionado Chopin) y de canciones populares ('Lili Marlen'), hay antiguos y bellísimos cantos sefardíes y aires militares. La música, con abundante percusión y mucho metal, es muy densa, tiene una gran fuerza expresiva a la que hay que añadir la yuxtaposición de estilos lo que en algunos momentos deriva en una cacofonía de difícil aprehensión.

La escena del encuentro entre Benjamin y Brecht que es uno de los puntos culminantes de la ópera, discurre en un cabaret mientras ambos juegan una partida de ajedrez. Allí se superponen el jolgorio tabernario, una radio que vomita un discurso de Hitler, una cantante que engarza canciones populares y unos estribillos militares. En este marasmo, con la orquesta a todo volumen, resulta casi imposible oír las voces de los dos protagonistas.

Por el contrario, el otro punto culminante es la conversación con Sholem. Allí Tabachnik utiliza música sefardí del siglo XIV, hermosísima, en la que introduce un shofar, interpretada por un coro masculino ante el Muro de las Lamentaciones.

LA PUESTA EN ESCENA //  Firmada por John Fulljames (de él vimos 'Street Scene', de Kurt Weil, en el Liceu) es muy eficaz. El fondo del escenario se divide en dos mitades. En la superior se reproducen vídeos como desfiles o la imagen de Hitler, y documentos relativos al propio Benjamin, mientras que la inferior es una enorme estantería en la que hay libros, objetos de diversa índole y los personajes de carne y hueso que irán apareciendo en cada una de las escenas. Allí se concentra todo el pasado del filósofo. En medio del escenario, hay un espacio cuadrangular iluminado que es dónde se desarrolla la acción con una excelente dirección de actores.

Los dos Benjamin, el actor Sava Lolov el tenor Jean-Nöel Briend, intepretan con gran convicción al filósofo. La soprano Michaela Kusteková defiende muy bien la ingrata escritura vocal del personaje de Asja Lacis, llena de sobreagudos cantados a gran velocidad en un extraño canto melismático y lo hace además sin poner los pies en el suelo.

Con su voz de bajo profundo Scott Wilde da la dimensión religiosa y de gran autoridad al personaje de Gershom Sholem. La mezzosoprano Michaela Selinger es una Hannah Arendt llena de humanidad con su voz aterciopelada. Completan el reparto vocal Charlesa Rice (Arthur Koestler), Jeff Martin (Bertolt Brecht), Gilles Ragon (André Gide), Károly Szemerédy (Max Horkheimer) y Goele de Raedt (La cantante de cabaret).

Bernhard Kontarsky, un experto en música contemporánea, dirige la orquesta y los coros de la Ópera de Lyon. La lucha entre el gran volumen orquestal y las voces no siempre se resuelve a favor de éstas.

Cuando el compositor y Debray escribieron la ópera, el drama de los refugiados todavía no había llamado a la puerta de Europa. Hoy, 'Benjamin, derniére nuit' cobra su verdadero sentido.

Espectáculo visto el 18 de marzo.