EL AMFITEATRO / UNA MIRADA AL OTRO (1)

La rebelión de la muerte

La Ópera de Lyon presenta 'El emperador de la Atlántida', de Viktor Ullmann, en una puesta en escena sobria, poética y conmovedora

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ROSA MASSAGUÉ

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Debía llamarse 'El otro', pero los atentados del 13 de noviembre del 2015 en París hicieron que Serge Dorny, director de la Ópera de Lyon, diera otro título a la edición de este año del festival de aquel teatro sin que el cambio alterara su contenido, poniendo por delante y de forma manifiesta la intención. Se llama 'Por la humanidad' y es una respuesta, en palabras del director, "a todo y a todos aquellos que actúan contra la humanidad"Los atentados de Bruselas, ocurridos en coincidencia con el festival, han venido a darle la razón haciendo más imperativa la respuesta.

La edición de este año presenta cuatro óperas de periodos distintos en las que, sin tratar directamente la cuestión judía remiten a ella y plantean cuestiones como la intolerancia o el racismo. 'La Juive' ('La judía'), de Jacques F. Halévy es una ópera romántica del siglo XIX. 'Brundibar' y 'Der Kaiser von Atlantis' ('El emperador de la Atlántida') fueron compuestas en el campo de concentración de Terezín por Hans Krása y Viktor Ullmann respectivamente, ambos asesinados en Auschwitz. 'Benjamin, dernière nuit', es un encargo del festival, compuesta por Michel Tabachnik con libreto de Régis Debray.

Empecemos por 'Der Kaiser'. Viktor Ullmann (1898-1944), nacido en Silesia, fue compositor, director y pianista de origen judío. Cuando fue enviado al campo de Terezín en 1942, era un músico de reconocida fama en Austria y en Checoslovaquia. La perversidad del nazismo hizo de aquel campo al que fueron deportados numerosos artistas e intelectuales en la Checoslovaquia ocupada un escaparate artístico con el que los nazis consiguieron convencer a los visitantes, incluida la Cruz Roja, de que allí se respetaba a las personas y que vivían dignamente.

La realidad era bien distinta. A las humillaciones comunes a todos los campos de concentración, en Terezín se añadía la de poder desarrollar, con dificultades, la propia actividad artística como instrumento de propaganda del nazismo. Por ello el escritor y músico francés Pascal Quignard, en su libro 'El odio a la música', escribió que este arte "es el único que ha colaborado en el exterminio de los judíos". Terezín era además la antesala de Auschwitz donde fue asesinado Ullmann. Peter Kien, libretista de 'Der Kaiser' corrió la misma suerte.

La ópera fue compuesta en 1943. Se hicieron todos los ensayos hasta llegar al general y la obra no pasó de allí. Ullman y Kien habían escrito una parábola del poder absoluto, tan absoluto y tiránico que ni siquiera la Muerte quiere seguir haciendo su trabajo de quitar la vida a las víctimas de la guerra total que ha declarado el Emperador. 

Al final, la Muerte acepta reemprender su trabajo a condición de que el Emperador sea el primero en morir. La ópera de un solo acto dividida en cuatro escenas acaba con estas palabras que canta un cuarteto: "Aprendamos el último mandamiento supremo: / No tomarás el gran nombre / de la Muerte en vano". El mal, sin embargo, se resiste a desaparecer y momentos antes de morir el emperador avisa de que "el fuego solo ha sido sofocado, no se ha apagado, / pronto las llamas renacerán, / el asesinato hará de nuevo estragos". 

Ullmann compuso una partitura para una orquesta de cámara en función de la disponibilidad de músicos e instrumentos que había en el campo -- un banjo y un armonio son los que resultan más curiosos-- y para seis cantantes. En ella está toda la música de los años 30. Hay jazz y Kurt Weil, pero también Paul Hindemith y su mentor, Alexander von Zemlinsky.

La partitura se salvó gracias a que el compositor la pasó a un amigo antes de ser trasladado a Auschwitz, pero no se estrenó hasta 1975 de la mano de la Netherlands Opera en Amsterdam. Desde entonces ha habido varias recreaciones, pero no muchas. En España la estrenó en el 2013 la Asociación Aragonesa de la Ópera Miguel Fleta gracias a una suscripción popular.

La presentada ahora en Lyon es también del 2013 y la firma Richard Brunel. Su propuesta remite a primera vista a 'El gran dictador', de Charles Chaplin, o a 'Dr. Strangelove' (me cuesta mucho poner el horrible título en español de '¿Teléfono rojo', volamos hacia Moscú'), de Stanley Kubrick. Pero aquí hay poco de qué reir. Es inevitable no ver la ópera pensando en el final de Ullmann y de tantos otros. Brunel hace una puesta en escena sobria, inteligente, comprensible, poética y muy conmovedora.

Transcurre en una especie de teatro medio destruido, con una orquesta en el escenario que al inicio toca 'El idilio de Sigfrido', de Richard Wagner. La Muerte y Arlequín discuten el edicto del emperador con el que declara la guerra de todos contra todos. En aquel momento, la Muerte se rebela y devuelve la vida a un soldado y toda la orquesta resucita.

El personaje del emperador es idóneo para cargar las tintas de la maldad, pero Brunel consigue trasmitir la perversidad con pocos elementos, pero de gran eficacia. La enorme mesa de juntas, una gran rata como animal de compañía y un tren de juguete que corre por la mesa. Basta para describir el personaje. Ni más ni menos. La obra acaba con una escena de gran belleza musical y escénica. Ha muerto el emperador, pero la nieve, el frío y la desnudez de los personajes resulta inquietante.

El bajo Piotr Micinski destacó con su interpretación de La Muerte. El resto de voces, todas de buen nivel, eran solistas del Studio de la Ópera de Lyon, el programa de perfeccionamiento musical y escénico del teatro. Eran el barítono Samuel Hasselhorn (El Emperador), el bajo Alexander Kiechle (El altavoz), la mezzosoprano Judith Beifuss (El tambor), el tenor Mikkel Skorpen (Un soldado y Arlequín), y la soprano Andromahi Raptis (La chica peinada como un muchacho y Un soldado). Vincent Renaud dirigía la orquesta de cámara de la Ópera.

El próximo mes de de junio, el Teatro Real de Madrid presentará una nueva producción de 'Der Kaiser von Atlantis'. Más allá de lo que resulte la dirección musical de Peter Halffter y la escénica de Gustavo Tambascio, vale la pena ver la ópera. Y más en estos tiempos convulsos. 

Espectáculo visto el 17 de marzo en el Théâtre National Populaire (Villeurbanne).  

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