opinión

Pedro Sánchez y Catalunya: abalorios y vidrios de colores

JOSE A. RODRÍGUEZ

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En el debate de investidura de Pedro Sánchez (PSOE) se debía afrontar los tres retos de la política española: como afrontar la salida de la crisis y como recuperar a los que hemos dejado atrás durante esta crisis, como superar la crisis institucional y de gobernanza que ha dejado la credibilidad de nuestras instituciones a niveles muy bajos, y como no, el reto político que está planteando una parte importante de la sociedad catalana.

El acuerdo entre PSOE C’s afronta parcialmente los dos primeros retos. Confía en una cierta bonanza para mantener el gasto público para afrontar el primero de los retos. En el segundo plantea propuestas de reformas institucionales. La mayoría de estas requieren una reforma agravada de la Constitución Española. Son papel mojado ya que el PSOE y Ciudadanos no tienen ni la más mínima idea de como pueden conseguir las mayorías cualificadas para iniciar la reforma de la CE.

Para el tercero de los retos, el PSOE prometió vaguedades y una trampa dialéctica. Nos dicen que habrá ningún referendum pero a cambio ofrece una reforma de la Constitución Española, sin concretar en que dirección y que demandas políticas ofrece, que los catalanes entonces sí que podrán votar. Lo único concreto que ha indicado ha sido cumplir con el Estatut de Catalunya. Mercadear diciendo que cumplir o no con una ley ya existente fruto de un acuerdo anterior es más que curioso.

Pero lo que más me ha sorprendido no es la letra de su oferta, sino el espírtu que se puede resumir en esta frase: "Estimamos y respetamos a la sociedad catalana, su cultura, su lengua, sus singularidades".

El reto que hace la sociedad catalana no es un reto cultural, lingüístico o de defensa de sus singularidades. Es un reto político, de una mayoría de catalanes que quieren ser reconocidos como sujeto político. Son ciudadanos que no quieren que les respeten desde fuera sino emanciparse políticamente de la tutela del estado español, sea con una propuesta federal que va mucho más allá de lo que ni imaginan en Ferraz o con un estado catalán independiente.

Resulta ridículo que a estas alturas de la democracia el candidato a la Presidencia del Gobierno nos anuncie que respeta que practiquemos bailes regionales, hablemos nuestra lengua vernácula y hagamos castillos humanos. Lo que demanda la sociedad catalana no son abalorios y vidrios de colores y un estatuto de las comunidades indígenas sino soluciones políticas.

El reto catalán es político, profundamente político. Mientras las ofertas que vienen desdeEspaña son la del ministerio de la plurinacionalidad de Podemos y la del respeto a nuestros bailes regionales del PSOE. De esta manera no nos extrañe que cada vez más ciudadanos de Catalunya quieran sumarse a las voces que piden la independencia.